EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



miércoles, 7 de julio de 2010

Para que no perdamos la memoria: Los 90, o el retorno del (quete)jedi


La década del 90 significó para Argentina y para toda Latinoamérica, la implementación del modelo neoliberal que el llamado Primer Mundo nos imponía para estirar el final de una bonanza basada en la explotación del mundo afuera de sus propias fronteras.
Fue el final de años de utopías, que el Proceso de Reorganización Nacional comenzó a derrumbar con su brutal modelo de represión, aniquilación, resignación... Fue la renuncia de todo proyecto colectivo, la creación de una imagen social reducida a la simple inmediatez de la supervivencia propia...
Luego de presenciar la caída de los restos de un socialismo no derrotado por la razón de las propuestas de sus opositores, sino por su propia incompetencia y corrupción, fue fácil para los adoradores del mercado imponer su visión unipolar del mundo, a través de la fuerza de las armas, de los servicios de sus lacayos, de sus organismos rectores de sus pautas (FMI, BID, Banco Mundial, etc.) y de un modernizado aparato de medios de (in)comunicación que nos vendió al neoliberalismo como el "único" futuro, la "última" esperanza de un país que había fracasado a pesar de "estar condenado al éxito".
Todos los que bregamos por un país "soñado" y basado en un bienestar moral y material que no se fundara en la explotación, la marginación y la miseria de otros seres humanos; fuimos simplemente tildados de idiotas o, a lo sumo, de "soñadores" (como si¨"soñar" fuera malo, aunque para ellos sí lo es), solo por el hecho de querer una sociedad más justa y mejor.
Mientras que en el país se apreciaba la complicidad corrupta de nuestros gobernantes favoreciendo el saqueo de lo público, vendiendo -y nosotros comprando- modelos de éxito que incrementaban a niveles -ya entonces- insostenibles la inmoralidad de las mayorías, los gobernados aceptamos este modelo donde triunfaba la idea de que cada uno debía valerse por sí mismo sin esperar nada del Estado, donde quien se atreviese a hacerlo o proponerlo pasaba a ser un perdedor. Una ideología que colocaba al egoísmo en primer plano, que imponía salvarse uno y sus crías al uso de Tarzán, forjándose la triste lógica de que había que "achicar al Estado para salvar a la Nación". No más paros, no más marchas, no más militancia, no más paritarias, no más protesta alguna... eso era lo que nos había llevado a la tragedia y la decadencia. Eso y no el afán de lucro acompañado de una necesaria represión para imponerlo.
Menem en Argentina, Collor de Mello en Brasil, Fujimori en Perú, Bucaram en Ecuador, Banzer en Bolivia, Wasmosy en Paraguay, Salinas de Gotari en México, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Chile recién salido de Pinochet con un gobierno electo maniatado por "su" constitución y sus senadores "vitalicios", Lacalle en Uruguay, Serrano Elías en Guatemala, Chamorro en Nicaragua, Calderón Sol en El Salvador... y por supuesto Bush padre manejando los hilos e imponiendo "su" modelo a todo el subcontinente.
Todos estos lacayos regalaron petróleo, gas, electricidad, agua, tierras, teléfonos, acero, hierro, ferrocarriles, líneas aéreas, astilleros, y cuanta propiedad estatal existiese para alimentar la voracidad de los amos del norte, que nos devolvían a cambio la sed, el frío y la desnutrición, no ya de nuestros habitantes de entonces, sino la de nuestras generaciones futuras.
Mientras, aquí escuchábamos la sabiduría de nuestros Neustadt, Grondona, Asís, Addad, Longobardi, Morales Solá, y muchos otros, que nos "enseñaban" a vivir en el nuevo mundo... un mundo que nos sometía a los "préstamos" del norte para estirar la caída inevitable tras la rápida entrega de nuestras riquezas acumuladas tras largos años de luchas sociales. Los habitantes comprábamos televisores, videocaseteras, celulares, y otras chucherías como una remake de "Colón y los espejitos de colores". Viajábamos por el mundo en una orgía del "deme dos" que tenía fecha de vencimiento.
No teníamos ni socios ni amigos que no fueran "ellos". América Latina unida era un rival para las dádivas de los centros de poder; ellos decidían si había que privatizar o poner un shopping en una escuela. Mientras los argentinos volvíamos a votar a Menem ante el ridículo temor de que nos cancelaran los vuelos a Miami sin visa (sin visa a EEUU, tocábamos el cielo con las manos, ¡Dios!), el televisor o la cafetera, su cuñada pasaba valijas de clara procedencia ante los ojos ciegos de los funcionarios responsables.
"Pacificaron" premiando con impunidad e injusticia a quienes habían iniciado la tarea que ellos estaban terminando; tarea que incluyó a la AMIA, la maldita policía, Río Tercero, el contrabando de armas, el Plan Brady, las AFJP y miles de acciones que bajo la tarea complice de los medios y la mirada estupidizada de una sociedad que aún hoy -déjenme dudar- no creo que haya aprendido del todo la lección, nos impusieron la visión de una Argentina pobre, injusta, esquelética. Los mismos que trabajaron con estos hasta el estallido del 2001 hoy son periodistas -los ya nombrados-, dueños de medios (Noble, Manzano, Vila, Mitre), sindicalistas (el "momo" Villegas, Barrionuevo), y hasta políticos de una posición sin vergüenza de su pasado político (Bullrich, Macri, Morales, Saa, Duhalde, Puerta, Romero); y tienen el tupé de hablar de "mostrarnos de nuevo el camino correcto".
En los 90, nos convencieron de que la educación y la salud públicas son solo paliativos asistenciales dados a los ciudadanos de menores recursos gracias a la "cristiana" voluntad de los gobernantes en vez de un derecho ciudadano, amén de una obligación política y moral del Estado. Nos borraron de la mente (o trataron) toda idea de solidaridad, igualdad o libertad que pudiese haber quedado en nosotros. Nos reformatearon individualistas, egoístas, carentes de cualquier noción de solidaridad real, de bien común, de vecindad. Era el "sálvese quien pueda" que venía incorporado en la versión autóctona del sueño americano.
Después vino, como en las guerras, el estallido, la visión de una realidad que nos escupió en la cara su costado de miseria, de miedo, de gritos, de una incredulidad plasmada en el "que se vayan todos".
Pero como dijimos en otra nota (ver Comodoro...), los argentinos nos cansamos de romper a un país que no se termina de romper. Aún quedan en los genes la lucha constante de los pueblos originarios oprimidos, la de nuestros abuelos y padres que buscaron una tierra de oportunidades (que les habían negado en sus pueblos) donde era visible un proyecto de movilidad social ascendente. Los anarquistas que soñaron y lucharon hasta con sus vidas con ideales de libertad e igualdad, los socialistas que batallaron por los derechos sociales, y los peronistas que -aunque de forma imperfecta- tuvieron la fuerza y el coraje de hacerlos realidad.
A pesar de las oligarquías agrarias, los golpes de estado, los genocidios, los golpes económicos y las presiones externas, seguimos batallando.
En el 2003 se nos abrió un camino junto al resto de Latinoamérica. Es verdad, es un camino imperfecto, difícil, contradictorio, pero sin lugar a duda mucho más digno y auspicioso, donde unos aportan petróleo y otros médicos o maquinaria agrícola. Donde todos dan y reciben no solo por simple sentimiento de pertenencia y hermandad, sino por la convicción de la conveniencia de enfrentar el camino juntos.
Por eso es fundamental tener memoria de los 90. Para no volver a caer en ese abismo, para no volver a un país donde muera un chico de cada dos que nacen, donde casi la mitad de su población es pobre cuando no indigente, donde el 60% carezca de cloacas, el 50% de gas e 30% de agua potable.
Que no nos convenzan de nuevo los Morales Solá, los Grondona, los Vila, los Noble. Que no veamos nuestro deseo de éxito en el espejo de los Macri, los De Narváez, los Biolcati. Que no nos vuelvan a vender el versito en Clarín, ni en La Nación, ni en América, ni en TN.
Convenzámoslos nosotros que si quieren vivir en "nuestro" país, van a tener que preocuparse de "nuestras" necesidades, y no solo de sus intereses y billeteras. Convenzámoslos con nuestra protesta a sus fines oscuros y nuestro apoyo a las medidas populares, con nuestra militancia, con nuestro poder de compra del que ellos precisan, con nuestros dedos al manejar los controles remoto, con nuestro voto.
Es nuestro derecho y a la vez nuestro deber. Ojalá que así sea.

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