EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



viernes, 14 de mayo de 2010

Tirá todo a la mierda, vieja.

Vivimos en un mundo donde vivir bien es sinónimo de velocidad. El culto al consumismo hizo que la duración de todas las cosas con las que disfrutábamos antaño, se fuera reduciendo cada vez más.
Es solo cuestión de que a un fabricante se le ocurra agregar un tornillo en un producto que corremos como tarados a cambiarlo, ya que si no quedamos “atrasados tecnológicamente”.
Todavía recuerdo a mi mujer lavando los pañales de tela de mi hijo mayor (hoy de 25 años), colgarlos en la soga, y después plancharlos y guardarlos con toda la ropita. Y hoy, ni loco encontrás papás jóvenes que no compren los modernos “descartables”, a pesar que, a $2 por pañal con cinco cambios al día serían $10 por día, unos $300 por mes, $3600 al año, o sea $7200 en los dos años en que dejan aproximadamente de usarlos. ¡Más de siete lucas!... ¡Hay que poner una pañalera, viejo!
Esta bien que a la generación nuestra nos costo más tirar cualquier cosa. Hasta usábamos el chicle dos o tres días poniéndolo en un vaso con agua -los más limpitos-, hasta pegándolo en la cama a la noche -los menos cuidadosos-, para despegarlo y seguir mascando a los 30 segundos de levantarnos a la mañana siguiente.
Ojo, no digo que era mejor, simplemente se me cayó el almanaque encima y me puse a pensar en estas boludeces. Lo que pasa es que no entiendo que si se me rompe la computadora que compré hace un año y medio, el pendejo del service me mire displicente y me diga “…y señor, es que ya es viejita”. Yo lo miro pensando por mis adentros “¿Qué viejita pendejo?¿Me estás tomando de gil? Si hace un año me salió como dos lucas…”. Después pienso que la hicieron en China -con todo lo berreta que esto implica-, y me voy silbando bajito con doscientos mangos menos en el bolsillo.
Y así, los equipos de música sirven por un año, el celular seis meses o ya parece que tenés los teléfonos naranja de Entel, la norma de los televisores cambia todo el tiempo, el cable o el teléfono fijo te cambia la tarifa todo el tiempo por “servicios” que quien carajo sabe para que sirven y no se usan nunca –a todo esto… ¿alguien me cuenta para que sirve el mantenimiento domiciliario que cobra telefónica?-, y el Magiclick que antaño se publicitaba que duraba 101 años ahora es importado de los amigos de oriente y si tenés suerte tira una semana.
Y así, de pura bronca, les armo la resistencia y guardo todo lo “desechable” que anda dando vueltas por el departamento. Entonces guardo vasos descartables, hago las compras con la bolsa de red, apilo las bandejas de plástico que traen de la rotisería, y los cubiertos de plástico conviven a veces con los viejos de acero inoxidable. De pura bronca, nomás.
Lo que pasa es que vengo de una época –no tan lejana tampoco che, que tengo 45- en que las cosas se fabricaban para durar una vida. ¡Aún mejor, para varias vidas! Todavía conservo la vajilla de la abuela de mi señora, la aceitera y la vinagrera que le regalaron a mis viejos en el casamiento, el jarrón de la tía María, la máquina de coser “Singer” a pedal de mi viejo sastre y el radio grabador de mi señora al cumplir los quince.
Y nos tenemos que dar cuenta que la “tecnología” mal entendida nos está cagando, y mucho. ¡Yo, señor, sí, yo los descubrí! ¡Lo hacen a propósito! Nos llenan de mierda importada barata hecha por chicos semiesclavizados de 10 años, o presos, o vaya a saber que, y después de un corto tiempo todo se rompe, se oxida, se gasta, se quiebra, queda obsoleto…. Y en realidad lo ya es obsoleto es el curro de la fábrica y del maldito mercado que nos llena de culos promocionando un yogur o a Messi mostrándonos las bondades de la afeitada más al ras. Má que ras ni mierda, si mi viejo siempre estuvo impecable con su máquina de hojas de afeitar -que aún tengo- comprando los repuestos por un 10% del valor de una afeitadora descartable que al segundo uso es mejor afeitarse con una moladora.
En mis veinticinco años de matrimonio cambié cinco televisores –mis viejos siempre tuvieron uno desde 1952 hasta la llegada del color-, tres heladeras –contra una de ellos-, tres calefones –otra vez-, cuatro computadoras, dos videocaseteras -sin contar el DVD-, amén de infinidad de estufas, relojes, licuadoras, etc.
Y entonces si la tecnología es nuestra amiga, nos brinda el ansiado y venerado “confort". Pero... ¿dónde están los zapateros que arreglen las Nike de quinientos pesos?¿quién te afila el cuchillo eléctrico?¿Dónde trabajan ahora todos los tipos que arreglaban nuestros aparatos, nuestros muebles, los que nos daban servicios para mantener adecuadamente nuestras cosas?
El otro día leyendo el diario me espanté al leer que una importante empresa electrónica iba a invertir cuarenta millones de dólares para fabricar conversores de la nueva norma de TV, y que iba generar empleo para… 40 personas. ¿Cuarenta? ¿Con cuarenta palos? ¡Pero si iban a fabricar miles y miles de aparatos! ¿Adonde vamos a trabajar si cada vez se fabrica más, se consume más y se genera menos empleo? Y para peor, ves a los empresarios quejarse del “costo laboral”. ¡Que costo laboral me hablas si con cuarenta palos de inversión facturás una fortuna y le das laburo a solo cuarenta tipos! Si con la YPF estatal exportábamos petróleo y en Argentina llenábamos el tanque fácilmente teniendo 50000 empleados y hoy, desde la llegada de Repsol, no tenemos nafta ni para un calentador y laburan menos de 10000 personas, dejando librados al azar a pueblos enteros de desempleados en aras del libre mercado y el progreso -¿esto ya no venía de la generación del 80?-.
Y yo que fui educado en el “guarde y guarde”, me quieren cambiar el libreto por el “compre y tire que ya llega el nuevo modelo”. Y el que tiene un mango se mata por cambiar el coche que "ya tiene tres años".Y el que no, matándose por un laburo. Y al presentarse en un aviso para “personal administrativo” te encontrás con contadores con un master en Harvard y una tesis en Oxford, todo para hacer un laburo que antes hacías al salir del secundario. Y así nuestros hijos tienen que hacer doble escolaridad, clases de inglés, ir a un natatorio, cursos de computación, de nivelación para ir a la facultad, solo para ganar un sueldo “normal”… Y me pregunto: ¿Cuándo juegan? ¿Tienen que tener las actividades de un adulto desde los seis años? ¿No hay más lugares donde ir a jugar al futbol gratis sin tener miedo que les pase algo? ¿Podrán volver a andar en bicicleta por la calle o ir a una plaza a seis cuadras sin que pensemos que los afanen, les peguen, los violen, o vaya a saber que? ¿Qué mierda queremos hacer del mundo para ellos? ¿Nos habrán cambiado algún repuesto del cerebro mientras dormíamos?
No nos conformamos con cambiar de celular, sino que cambiamos la dirección electrónica, la de facebook, la de la página, la de…
Y todo se tira… se desecha…
Y leyendo, me entero que en los últimos 40 años tiramos más basura que en toda la historia de la humanidad. Y ya que el FMI puso la palabra de moda: ¿es esto “sustentable”? ¿Qué hacen los gobiernos de los países “líderes” para parar esta destrucción de nuestro planeta, de nuestra casa? Yo te contesto: NADA. Que las generaciones venideras se jodan che, hubieran nacido antes. Que yo tengo derecho a lo “descartable”, a cambiar de electrodomésticos cada año, a cambiar mi coche cuando se me cante. Que a mí que me importa si Macri se pasa por las nalgas la Ley basura Cero y en vez de separar residuos los junta para hacer más rentable el negocio de las recolectoras, alguna de las cuales fue de familia (¿fue?).
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número de teléfono, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (aunque fuese fulero).Me educaron para guardar todo. Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no.
Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes, hasta los curas y los milicos guardamos, y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
En casa teníamos el modular con cuatro cajones. El primer cajón era para los cubiertos, el segundo para los manteles y los repasadores y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos...Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o de la Carne enlatada de Swift, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. Y en la cocina se amontonaban las botellas de aceite, de cerveza, de gaseosa, todas. Imaginen la cantidad de basura que evitaríamos solo con la vuelta de los envases de vidrio.¡Y los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!. ¡O los juntábamos pidiendo a los vecinos y los vendíamos para comprar las camisetas del equipo del barrio! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para las manualidades del colegio, y las páginas del almanaque para hacer cuadros, y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas, y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida, y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y los mazos de naipes se usaban una y otra vez aunque faltara alguna carta, con la inscripción en birome que decía "este es un 7 de copas".
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo la lengua para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Pero eso lo dejo para otra nota.
Pero me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también la amistad es descartable. Se usa solo si sirve para algo. Me callo y no hablo sobre la identidad que vamos perdiendo en manos de costumbres foráneas enlatadas en publicidades, diarios, programas y noticieros; de la memoria que perdimos al olvidar las porquerías que nos hicieron personajes que hoy nos hablan en la radio y la televisión, me muero por recordar ese pasado con la sangre de miles que no olvidaron y lo pagaron con sus cuerpos ante nuestra indiferencia. Que a lo perenne lo transformaron en caduco y así tiramos a nuestros ancianos como tiramos nuestras computadoras viejas. Que a los amigos caídos en desgracia los cambiamos por modelos nuevos “full equipe”. Que al gordo de la barra, o al venido de afuera de nuestras fronteras, hoy no le daríamos ni la hora porque lo que hoy se valora es la belleza, el estilo, la guita y el glamour.
Porque acá solo hablamos de computadoras y celulares. Porque entonces, tendría que plantearme seriamente entregar a algún familiar o amigo que no me reditúe como parte de pago por alguna persona con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero como yo soy lento para caminar en este mundo de la reposición ya me han ganado de mano y ya fui yo el entregado. Porque además...
¡La pucha! Ahora que lo pienso, el teclado de la computadora me esta jodiendo en la “L” y la “O”. Mañana voy a la otra cuadra y le digo al pendejo que me de uno nuevo. Pero ni en pedo lo tiro: si falla el otro que me venda voy a tener teclas de repuesto.

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