EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



lunes, 2 de agosto de 2010

Los socios del silencio

El multiuso Morales Sola, la despampanante Elisa Carrio, el presidente por día Adolfo Rodríguez Saa, el PRO Federico Pinedo, Margarita Stolbizer, y los ex aliancistas Gerardo Morales y Oscar "Paco"Aguad, la "piba" Bullrich y el payasesco "Rey de la Soja" de Salta, todos en una imagen de una oposición arrodillada al servicio de la más antigua y oligárquica corporación de la Argentina: la Sociedad Rural.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Para que no sea así esta nota tiene más de mil palabras. En realidad, son exactamente 1226. Para abrir las cabezas que aún dudan de estos tipos/as. Para que no nos sorprendan otra vez. Para que nos de risa si vuelven a juntarse. Para que si se juntan de nuevo sea en carnaval.
Porque ver esta foto aún me causa varias sensaciones encadenadas.
Primero fue asco.
Asco por ver una imagen de oportunistas que no dudan en juntarse para el único objeto de su propio beneficio sin importarles un pito el de la mayoría de sus compatriotas, su gente, sus vecinos… Pero el asco es una sensación momentánea, pasajera, pariente de la sorpresa.
Luego trocó en bronca.
Una bronca vieja, guardada de mis años jóvenes de ideales, de militancia y que, por suerte, aún sigue saliendo de vez en cuando. Y entonces me vuelven a la mente los años que batallamos (y aún lo hacemos) con personas como estas. Bronca porque se apropiaron de las herramientas del pueblo, de ese pueblo que tanto detestan y discriminan, solo para llenarse m{as los bolsillos. Se apropiaron del corte de ruta y hasta del lenguaje. Se animan a hablar del “pueblo”, de los “necesitados”, de los “humildes”…
Y al final de esta bronca, viene el desanimo.
Un desanimo hondo, pesado, increíble… Y digo esto último porque no puedo creer que haya en la Argentina gente tan infantil como para creer una sola sílaba a esta gente, para concederles siquiera una pizca de razón. No hablo de las elites que están en la misma que ellos y son aliados de necesidades y conveniencias. Hablo de la maldita Doña Rosa, esa mujer con bata y ruleros que tan bien recreó el HDP de Neustadt. Hablo del maldito tachero que escucha como un imbécil Radio 10 y fue tan pelotudo como para creer que Macri le iba resolver los problemas. Hablo del cartonero más pelotudo aún porque creyó que la ciudad era Boca y también lo voto a Macri. Hablo de ese complejo de mierda que tenemos en especial los porteños de querer parecernos a nuestra elite, a no ser grasas, ni negros, ni villeros, ni nada que enturbie nuestro origen europeo. Hablo de ese 30% de fachos que aún queda en nuestra sociedad y que, en su mayoría, está compuesto de gente a la que estos tipos de la foto no dudarían en eliminar si se atravesaran en algún momento entre ellos y su guita o sus intereses, o su poder. Son fachos por ignorancia y no por verdadera elección. Son los que se identifican con los Tinelli, las Susanas o las Mirthas. ¿O acaso no tenemos todos una madre, padre, tía o vecina que no se encuadre en esta descripción? Son parte de nosotros y ya están perdidos en este aspecto. Por eso esta nota se dirige más a los jóvenes, a los que están empezando a inquietarse por los problemas de su país, de su gente, de ellos mismos. Para que sepan quienes son… para que no se vuelvan a sorprender tantas veces como nostros…
Porque si repasamos un poco de la historia de este singular país donde vivimos, vamos a ver enseguida que campo en la Argentina significa terrateniente. El poder siempre fue de ellos y fueron pocos los gobiernos que se atrevieron a desafiarlos. Y este fue uno de esos pocos. No me interesa entrar en el análisis de quienes nunca están satisfechos y empujan la vara un poco más a la izquierda para que nunca lleguemos a satisfacernos, para pedir utopías de imposible confección. La política es ideología, pero también es negociación, fuerza,  y ejercicio del poder transitorio que el pueblo delega a sus gobernantes.
Y como todo poderoso el campo necesita “socios”. Y en la Argentina siempre el mejor para estos menesteres fue la santa madre Iglesia. Una iglesia que en nuestro país siempre fue para los ricos sirviéndose de los pobres. Una iglesia vertical y autoritaria que no admite disensos y que no duda en reprimir a sus creyentes y a sus propios miembros si es necesario a sus oscuros fines. Que prefiere que mueran de sida a que se ciuden del flagelo de la enfermedad. Que prefiere (y prefirió siempre) la limosna a los derechos sociales.
Y los terratenientes del campo se dieron cuenta que cada tanto una poblada les complicaba un poquito las cosas. Y no alcanzaba con los curas para apaciguarlos. Y así necesitaron de forros que por monedas y aceptación social los defendieran de lo indefendible. Y apareció el ejército. Un ejército que pasó de liberador a opresor en un santiamén. Y que tan bien retratado quedó en su papel de forros en el final de esa obra maravillosa de Osvaldo Bayer que es "La Patagonia Rebelde".
Pero los laburantes siguieron jodiendo con querer cosas tan disparatadas como querer elegir a sus gobiernos, querer vivir dignamente, querer libertad. Y la cosa se ponía más difícil, ya no alcanzaba con los curas porque cada vez tenían menos credibilidad. Los milicos tampoco alcanzaban porque ¿si matamos a todos, a quién vamos a explotar?
Y así, cuando los políticos dejaron de pertenecer exclusivamente de “su” clase, cuando el fraude se tornó imposible, aparecieron los tipos como Balbín, Guido, Alsogaray, Alemann, Luder, Menem, De la Rúa, y siguen las firmas…
Ellos pasaron a ser sus gerentes. Esos gerentes tan necesarios en cualquier empresa capitalista que se precie. Esos que están para mantener la disciplina, el “orden”. Y si seguíamos jodiendo o si algún gobernante amenazaba con tratar de pelear un poquito por nosotros, llamaban a los forros y junto a los gerentes y los socios nos pegaban, nos torturaban, nos mataban, o nos desaparecían y todo volvía a ser lindo para ellos. Y doña Rosa contenta porque a ella no la jodían porque “no andaba en nada”
Porque es así. Porque los Biolcatti, los Martínez de Hoz, los Alsogaray, los Blaquier, los Alchourón, la Rural, CARBAP, la CRA, simpatizaron y colaboraron activamente con todas las dictaduras de la Argentina.
Porque era (y es aún) la única forma de mantener sus privilegios porque el campo perdió su esplendor social hace mucho en manos del progreso y la educación. El progreso hacía imposibles su rentabilidad y su autoritarismo. El progreso y la educación igualan, mejoran, cultivan a la gente de una manera en que jamás ellos lo hicieron. La supremacía del campo es imposible al lado de la ciencia, la industria, el desarrollo de los servicios. A lo sumo puede ser complementaria de estos últimos. Un país basado en terratenientes es indiscutidamente un país atrasado y sumamente pobre. Ellos en realidad son la barbarie que tanto dicen odiar. Significan el atraso, la pobreza de las mayorías para el mantenimiento de las rentas de las elites, la ignorancia, la intolerancia, la negación del ascenso social para la permanencia de un statu quo regido por su capricho.
Y lo más gracioso es que se dicen “la patria”. Un concepto en el que solo incluyen (obvio que ellos la lideran) a sus socios, a los forros, y a los boludos de abajo que aceptan sus consignas sin chistar.
Justo ellos son la patria, que nunca pagaron impuestos, ni cargas sociales, ni dan beneficios a sus trabajadores. Y lo hicieron (y hacen) porque el estado no es para ellos porque ellos son la patria y la patria no tiene que aceptar órdenes de nadie. Y por eso a ellos no les cabe la ley que si les cabe al resto. Porque no se subordinan a la ley, ni a la justicia, ni al gobierno, ya que consideran que están por encima de todo esto. Ellos tienen su propia ley: tradición, familia y propiedad.
Nadie puede dudar que los sueldos que pagan a sus jornaleros son los más bajos de todas las actividades económicas de la Argentina. El nivel de informalidad basado en el trabajo en negro es del 60 al 90% dependiendo de la provincia de que se hable. La evasión impositiva ronda también en el 50/60% (cuando no más) siendo por lejos quienes más evaden. Por la complicidad de los gobiernos provinciales Biolcatti (por dar un ejemplo) paga menos de impuesto inmobiliario por una hectárea de la zona núcleo (la más rica del país) que yo por mi departamento de 80m2. En su tan amado campo es común que la escolaridad sea pobre, la cantidad de accidentes laborales alta por falta de medidas de seguridad, y son habituales los malos tratos y el trabajo infantil.
Por eso no me puedo explicar que alguien les crea nada. Por eso me da bronca. Por eso siento asco de esta imagen. Por eso escribí esto. Para que alguna vez no se tenga que volver a escribir.

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