EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



miércoles, 10 de abril de 2013

Buenos Aires: la reina del agua



Las últimas inundaciones en la ciudad de Buenos Aires, dejaron además de una lamentable cantidad de pérdidas humanas, mucha tela para cortar con el fin de establecer motivos y responsabilidades de este desastre.
Nadie puede dejar pasar que 150 mm de lluvias en cualquier ciudad de llanura como la nuestra es un registro que, a prima facie, invita a tener problemas de desbordes de agua. Pero de ninguna manera una ciudad como la de Buenos Aires, puede, por múltiples motivos (recursos humanos y tributarios excepcionales, poder político y económico superlativo, y la mejor infraestructura a mano que puede aportar nuestro país) , inundarse de la manera a la que ya estamos acostumbrándonos los porteños.
Escuchar al intendente y su vice hablar de que la lluvia era “imprevisible” y que fue “excepcional, ya que desde 1906 no ocurría algo así” suena a sanata para deslindar responsabilidades. Victimizarse echándole la culpa al gobierno nacional ya es, a esta altura, aburrido y poco marquetinero.
Para diferenciar lo ocurrido aquí con la inundación en la provincia de Buenos Aires (lo cual no quita responsabilidades al gobierno provincial, que también las tiene), digamos que la ciudad cuenta con muchísimos más recursos que los provinciales, amén de contar con una población con muchísimo más poder adquisitivo, lo que redunda sin lugar a dudas en mejor y mayor infraestructura para enfrentar estas catástrofes, y, en caso de no poder ser controladas, dichos recursos deberían poder satisfacer mucho mejor la capacidad de respuesta de su gobierno para paliar la situación.
Hablar de excepcionalidad es tratarnos de estúpidos desmemoriados (aunque a esta altura habría que admitir que la televisión y los medios lograron que ciertas franjas de la población lo sean). ¿Acaso ya nadie recuerda que hace exactamente un año (el 4 de abril de 2012) un temporal similar de lluvia y granizo causó inundaciones, destrozos y la penosa muerte de cinco porteños? ¿Tan rápido nos podemos olvidar de ese detalle como para no indignarnos al escuchar a toda la cúpula del intendente hablar de 1906 como si las inundaciones que año a año les pasan por las narices con víctimas humanas y daños materiales nunca hubieran existido? ¿Hasta cuándo año a año vamos a escuchar el verso de la excepcionalidad?
Hablar de imprevisibilidad (como nos dijo una Vidal aterrorizada y sola sin plan alguno ante la marea vacacional de todo el gabinete PRO incluyendo al intendente) es sencillamente una forma pobre de esconder la basura propia bajo la alfombra para que no salga a la luz la verdadera cara de un gobierno hecho de marketing y rubor en las mejillas, sin ninguna sustancia política y de gestión.
Las tres obras que hubieran paliado sustancialmente la situación (en los arroyos Vega y Medrano para el caso de Belgrano, y el de Erezcano-Ochoa para el de Pompeya) estaban paralizadas. Y no tiene nada que ver las explicaciones de falta de financiación ya que la ciudad tiene recursos más que suficientes (más aun habiendo aumentado el ABL un 300% en dos años) para su ejecución. Macri, en su plataforma en 2007, afirmaba ante cuanta cámara de TV o micrófono le pusieran delante, que en menos de un año esas obras deberían estar hechas y que era prioridad de su gestión en caso de ser elegido. Lo fue, y también reelegido, y luego de más de cinco años sigue sin siquiera empezar a realizarlas.
Otro punto importante para observar es la importancia que el gobierno de Macri asigna a estos temas. Y no hay mejor forma que mirarlo a través del presupuesto, que dicho sea de paso, es el túnel del tiempo que nos muestra tanto las verdaderas intenciones y prioridades de los gobernantes, y una vez pasado el ejercicio y a través de su ejecución, la verdadera cara de su gestión. Y en ambos casos, el gobierno del ingeniero sale mal parado.
De los fondos asignados en 2011 para infraestructura de la red pluvial el gobierno solo ejecutó el 73%, de los de 2012 (sobre $224 millones) sub ejecutó (o sea no gastó) un 80%, y en el presupuesto de 2013, solo proyectó destinar a estas obras el 10% del año anterior.
En cuanto a los gastos de mantenimiento de la red pluvial ya existente en la ciudad, durante 2012 solo se gastó un 36%, lo que habla a las claras del desastroso estado de la red. Además, quedó a las claras que este supuesto mantenimiento realizado enteramente por empresas privadas (cuando antes lo hacía la ciudad con una división propia que el PRO se encargó de desarticular), jamás fue monitoreado ni controlado por el Gobierno de la Ciudad, siendo para las empresas adjudicadas un negocio redondo donde solo les basta desaparecer del tapete un tiempito ante cada inundación, cosa que el propio Macri y los medios de comunicación se encargan muy bien de hacer.
En definitiva, para nuestro intendente, el marketing es el norte de su política de inversiones. Elije hacer el Metrobús en la 9 de Julio, o arreglar una plaza, o hacer una bicisenda, que realizar una obra enterrada en los sótanos de Buenos Aires donde nadie la ve. Es una obra que no vende. Se puede mostrar un cachito por la tele, pero el ciudadano olvidadizo que él y los medios crearon con suma eficacia, a los pocos días pasa de hoja y no tiene un recordatorio visual que le haga ver esa acción de gobierno. Por lo tanto, no sirve.
La paradoja del buen gobierno es que para controlar la emergencia y el desastre se destinan recursos a acontecimientos que en el corto plazo quizás no ocurran (si ya pasaron, a largo plazo seguramente se van a repetir) con un fin social como manera de mirar un poco más allá de la coyuntura o la conveniencia política. Poner a estos temas en la agenda pública. Y esto es algo que en la ideología y la lógica política de Macri está muy lejos de ocurrir.
La realidad nos mostró que las obras realizadas en el Maldonado; iniciadas por Ibarra, continuadas por Telerman y finalizadas por Macri, fueron efectivas a la hora de reducir considerablemente cuando no anular los riesgos de inundaciones.

Modelo de Ciudad

Otro de los problemas fundamentales para evitar estos sucesos naturales es la correcta planificación en la construcción de la ciudad.


Buenos Aires es una ciudad que históricamente fue desastrosa en este concepto. Imaginen la belleza de una ciudad con una Juan B. Justo inexistente y en su lugar un río que corta la ciudad en dos, con puentes que la atraviesan y espacios verdes en ambas márgenes a cuyas espaldas se genera de inmediato un amplio puerto Madero lleno de locales, mesitas de café en las aceras y zonas de esparcimiento para todos los porteños. Imaginen lo mismo en el Arroyo Vega o el Medrano. O lo distinto que sería Pompeya (o la zona sur en general) si fuese así  el Erezcano o el Ochoa.  Sería un paisaje bellísimo sin necesidad de ir a verlo a París, o a Amsterdam. Pero no, Buenos Aires  ocupó esos espacios naturales con cemento, los “entubó” y se dedicó a hacer negocios particulares creyendo que podía controlar a la naturaleza. Y ese precio lo pagaron las generaciones futuras, o sea nosotros.
Y si insistimos en la construcción de un negocio inmobiliario interminable acorde a los mandatos de la globalización neoliberal (algo a lo que Macri es muy adicto), vamos a volver a sufrir las consecuencias. Si se continúan haciendo torres, shoppings, grandes espacios urbanos en esa Juan B. Justo entubada, en pocos años el Maldonado nos va a volver a pasar la factura y “la mayor obra en la historia hidrológica de la ciudad” va a quedar chica otra vez. Y otra vez va a haber un Macri que responsabilice a “la agresividad de la Naturaleza”.


Y nos va a pasar también si seguimos asfaltando hasta los árboles (que buen negocio, Dios), quitando el empedrado tan bello y tan útil ya que permite que en caso de lluvias el agua tenga donde escurrir. Y si seguimos haciendo plazas PRO de cemento que nos recuerdan las de Cacciatore en vez de los hermosos parques que el genio de Tays nos legó hace más de cien años. Y si seguimos generando polos de pobreza en las márgenes de estos arroyos debido a que no tienen interés inmobiliario justamente por este problema, en vez de hacer una relocalización de estos vecinos a zonas habitables y dejar estos espacios para esparcimiento y escurrimiento de las aguas en caso de desborde.
Y no podemos una y otra vez escudarnos en causas naturales. En una ciudad de llanura templada  como la nuestra no tenemos terremotos, ni huracanes, ni ciclones: tenemos indefectiblemente inundaciones. La historia ya nos lo mostró y el futuro no es más que la repetición de hechos históricos que se nos aparecen con diferentes máscaras que los disfrazan.
¿Cómo puede ser que la ciudad (y lo mismo corre para la Provincia de Buenos Aires) no tenga un mapa hidrológico eficiente? Es un problema de fondo que sale a la luz a través de una sencilla pregunta: “llueve, ¿por dónde se va el agua?” Y hoy no se tiene respuesta, y, para peor, se tapan todas las salidas.
Aprendamos a exigirles a nuestros gobernantes la planificación de nuestra ciudad, y, aún más allá, también a la planificación de planes serios de gestión de riesgos y contingencias ante situaciones de desbordes naturales. Que de una vez por todas dejen de manejar estas situaciones como que se les caen encima.
Planifiquemos nosotros como elegirlos y como exigirles que cumplan nuestro mandato. Planifiquemos Buenos Aires, que es nuestra.

El agua y los medios

El otro punto que me parece interesante destacar es el desempeño patético y bochornoso de los medios de comunicación en el momento de la catástrofe.
En medio del escenario de pobreza de recursos intelectuales y humanos que nos expusieron los medios de comunicación del establishment, la primera afectada es la información.
¿No es posible dictar un protocolo con la finalidad que los medios difundan de forma respetuosa, certera, sin agachadas de ningún tipo ante estas situaciones de catástrofe, que respete a los damnificados y a la sociedad toda, sin qué se escuden de manera falaz en una libertad de información que pisotea nuestros más elementales derechos humanos?
Ver a Ernestina Pais hacer “chivos” del tipo “…hay hasta ahora 5 muertos y miles de damnificados que no tienen un colchón para dormir, pero sí de dormir se trata y tenés que cambiar el colchón compra un Belmo…” o “… si el agua se llevó tus electrodomésticos, Garbarino te ofrece…”, me dio asco y violencia. Que en un medio se permita esta animalada con el único fin de facturar unos mangos me parece de la más baja calidad humana, y la poca condena social de estos hechos habla a las claras de la estupidización (para no ya pensar en la completa deshumanización) de nuestra sociedad.
¿No deberían los medios en estos casos de desastres ponerse a disposición del estado (sin por ello dejar de criticar las responsabilidades que encuentren en el mismo) para la correcta gestión en la resolución de la catástrofe?
¿No debería haber una sanción a todos los medios que fomentaron (a sabiendas de la situación) la protesta y el encono social ante los cortes de luz posteriores a los hechos, cortes que en la mayoría de los casos respondían a pedidos de Defensa Civil por el peligro que corrían los propios vecinos y los empleados de las eléctricas ante barrios y cámaras inundadas? ¿O acaso no sabían (si lo sé yo como no saberlo ellos) que pasados varios días de las lluvias, se vaciaban las cámaras para dar servicio e inmediatamente el agua volvía a inundarlas de inmediato ya que surgía de las napas saturadas de esa agua que no podía escurrirse debidamente por los problemas que ya reflejamos antes en esta misma crónica?
¿No sería saludable que en vez de cargar culpas solo al Estado (que las tiene, obvio) los medios dirijan algo de sus energías en investigar la pobre perfomance de las empresas privadas que tienen las concesiones para realizar la limpieza de los sumideros, o del lobby inmobiliario ávido de negocios sin importarle un pito el bienestar de los vecinos? ¿O su condición de “aportantes” está por encima de los mandatos del “periodismo independiente”?


Justicia bajo las aguas

Uno de los justificativos que uso el Macrismo ante la penosa anegación del barrio de Villa Mitre fue el de la imprevisibilidad de la situación.
Primeramente hemos de marcar que cualquier ciudadano que contara con una TV o una radio estaba al tanto desde el jueves o viernes que a comienzos de semana había un alerta metereológico (un punto a favor del siempre de moda denostado Servicio Metereológico Nacional).
 Segundo, como bien dijo el ingeniero Bruno Capra, del Polo Tecnológico Constituyentes “decir que un acontecimiento es imprevisible, máxime si ya ocurrió (Como Vidal y Macri se encargaron de decir), es ocultar el problema”.
Y los hechos nos muestran a las claras que el macrismo sabía de la existencia cabal de la posibilidad de repetición de este problema.
En septiembre de 2012, los jueces de la Sala II convocaron a una audiencia al gobierno y a los vecinos del Barrio Mitre, a raíz que estos últimos habían presentado un amparo contra el Gobierno de la Ciudad a raíz de las continuas inundaciones que se sucedían en el barrio desde la construcción del Shopping Buenos Aires Dot. En dicha reunión la gestión de Mauricio Macri se comprometió a investigar el tema y a hacer un diagnóstico en diez días.
Recién en noviembre, el gobierno porteño presentó su informe en donde de forma tajante admitía su responsabilidad en las inundaciones del barrio, explicando que la causa eran una serie de obras mal autorizadas para la construcción del Dot y que debían reparase las mismas para superar el problema.


Ante la inacción, el juzgado convocó a una nueva audiencia a las partes el 16 de diciembre, lugar en donde los funcionarios municipales se comprometieron a realizar una obra paliativa con los caños de desagüe en la calle Arias que desagotarían en un piletón del Dot y que no demoraba más de una semana, saliendo poco dinero para el erario municipal. Dicha obra evitaría las inundaciones hasta hallar la solución definitiva.
Pasó todo el verano, y a tres meses del compromiso nadie fue al Barrio Mitre a realizar obra alguna. El juzgado, a mediados de marzo de 2013, y luego de los reiterados incumplimientos, intimó al Gobierno de la Ciudad a acreditar el cumplimiento de la obra en cinco días. Una vez más, el gobierno de Macri incumplió, vino la lluvia, y el resto es historia conocida.
El ministro Montenegro (el único del gabinete que se hizo cargo de la situación y trabajó cuerpo a cuerpo con los vecinos y junto a otras organizaciones políticas opositoras que acudieron en ayuda, nobleza obliga) al hablar con vecinos del barrio prometió colchones, alimentos y ropa para paliar la situación. Y recibió una respuesta inesperada. Una mujer le contestó: “Somos trabajadores y por suerte ahora tenemos trabajo. Los colchones y la ropa nos los compramos solos. Lo que necesitamos es no inundarnos más”.

Buenos Aires frente al cambio climático, solo en papel.

“Buenos Aires frente al cambio climático” es un trabajo de 72 páginas editado allá por mayo del 2011, encargado por el gobierno del PRO al recién entonces formado Consejo Asesor de la Agencia de Protección Ambiental dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, a cargo entonces y aún, de Diego Santilli. La Agencia está presidida ad honorem por el prestigioso climatólogo argentino Osvaldo Cancini, quien, entre otras cosas trabajó junto a Al Gore cuando hizo su famosa campaña para concientizar al mundo sobre el cambio climático, lo cual le valió a este último el Nobel en el año 2007 (además de película y una ponchada de dólares, dicho sea de paso).


En el trabajo encargado por el gobierno porteño, el mismo Mauricio Macri escribió que “en nuestro caso, los principales desafíos son enfrentar el aumento de la temperatura, una mayor frecuencia de lluvias extraordinarias y de sudestadas…”. Para solucionar estos problemas, sugirió entonces “estamos respondiendo con un plan hídrico muy importante, con un manejo de árboles más preciso, con más espacios verdes –incluso sobre los edificios-, con un mejor sistema de alerta de inundaciones, relocalizando a los vecinos que viven sobre áreas de riesgo, con un plan urbanístico ambiental que incluye el diseño de grandes corredores verdes”.
Estas, no son palabras en el aire transmitidas en el fragor de un discurso de campaña, son palabras de un texto meditado, donde se apropia del ideario ambientalista e incluso fue traducida al inglés como manera de hacer ver a Buenos Aires como una ciudad green friendly.
En él reconoce que “el problema se agravará cuando, por el cambio climático, las lluvias serán más intensas…”, e informa que “…la implementación del Plan de Acción lanzado en el 2009 debe adaptarse a esta situación”. Además, afirma que “…la ciudad tiene mucha formas de responder a estos desafíos…”, “… hay capacidad de innovación, hay tecnologías…” y con aire internacionalista dice “… puede haber recursos para ser parte de las soluciones globales y mejorar la calidad de vida local”.
Macri, allá por 2011, vaticinó el problema pero no hizo nada de lo recomendado por el trabajo. Es más, hizo todo lo contrario según lo que ya ha sido detallado.
El mismo Canzini criticó el mensaje del intendente tras la inundación: “Macri dijo que hay una tormenta cada cuatro días, como si fuera algo matemático…”. Incluso, para el prestigioso científico las obras como la del Maldonado son solo un paliativo, lo importante es la política ambiental. Incluso recogió lo escrito en el documento “donde se esperanzaba porque los árboles, en los papeles, parecían una prioridad”, ya que en el texto se decía que “…mejoran la calidad del aire, suavizan el ruido, amortiguan las altas temperaturas, captan el material particulado (en criollo, el humo), reducen el riesgo de inundaciones, son refugio de especies silvestres, y, por supuesto, reducen los gases del efecto invernadero”.
Pero, Metrobús y bicisendas, plazas de cemento y otras yerbas, van en sentido contrario, motivo por el cual Canzini sugirió que está por renunciar en desacuerdo a lo actuado.
De estadísticas de la propia Agencia se desprende que en 1941 había en la ciudad 450 mil árboles. En 2011, eran solo 415 mil. Hoy, se cree que son menos. Todo, teniendo en cuenta el aumento poblacional (tanto de población fija como transitoria). Vamos mal.

Para redondear

En síntesis, Macri desoyó a sus propios equipos de los que tanto se ufana. Miente al declamar su incredulidad a los designios del clima, ya que esto se preveía antes de 2007 y él mismo lo reafirmó en castellano e inglés en 2011. Sub ejecutó el presupuesto de obras clave para paliar la posibilidad de inundaciones, dándole prioridad a las obras más marquetineras, las que se ven más fácilmente: Metrobús, bicisendas, arreglo de plazas y aceras. Y lo hizo en detrimento de un servicio eficiente de limpieza de sumideros y bocas de tormenta que, fiel al estilo PRO, está privatizado y no vale lo que se paga por él. Permitió el avance indiscriminado de la construcción en los espacios verdes, e incluso aún proyecta una gigantesca playa de camiones en una de ellas, reduciendo aún más esas superficies. Desecho superficies permeables como los adoquines para reemplazarlo con asfalto, empeorando el escurrimiento de aguas. No desarrollo sistemas de alerta adecuados a pesar de ufanarse de tener “el mejor equipo de gestión de urgencias de Latinoamérica” (sonó hasta gracioso, humor negro dentro de la tragedia).
Todo con el consiguiente perjuicio para la población, en especial para los sectores medios bajos y bajos, que son siempre los más afectados y que acabaron con el agua al cuello una vez más.
No alcanza con carteles, folletos y spots publicitarios cargados de amarillo. Hay que laburar. Si no, nunca va a estar buena Buenos Aires.

FUENTES
Diario Página 12.
Diario La Nación.
“Programa de Gestión de Riesgo Hídrico”, Gobierno de la Ciudad, año 2007..
“Buenos Aires frente al cambio climático”, Agencia de Protección Ambiental, mayo de 2011.

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