Las últimas inundaciones en la ciudad de
Buenos Aires, dejaron además de una lamentable cantidad de pérdidas humanas,
mucha tela para cortar con el fin de establecer motivos y responsabilidades de
este desastre.
Nadie puede dejar pasar que 150 mm de lluvias
en cualquier ciudad de llanura como la nuestra es un registro que, a prima
facie, invita a tener problemas de desbordes de agua. Pero de ninguna manera
una ciudad como la de Buenos Aires, puede, por múltiples motivos (recursos
humanos y tributarios excepcionales, poder político y económico superlativo, y
la mejor infraestructura a mano que puede aportar nuestro país) , inundarse de
la manera a la que ya estamos acostumbrándonos los porteños.
Escuchar al intendente y su vice hablar de que
la lluvia era “imprevisible” y que fue “excepcional, ya que desde 1906 no
ocurría algo así” suena a sanata para deslindar responsabilidades. Victimizarse
echándole la culpa al gobierno nacional ya es, a esta altura, aburrido y poco
marquetinero.
Para diferenciar lo ocurrido aquí con la
inundación en la provincia de Buenos Aires (lo cual no quita responsabilidades
al gobierno provincial, que también las tiene), digamos que la ciudad cuenta
con muchísimos más recursos que los provinciales, amén de contar con una
población con muchísimo más poder adquisitivo, lo que redunda sin lugar a dudas
en mejor y mayor infraestructura para enfrentar estas catástrofes, y, en caso
de no poder ser controladas, dichos recursos deberían poder satisfacer mucho
mejor la capacidad de respuesta de su gobierno para paliar la situación.
Hablar de excepcionalidad es tratarnos de
estúpidos desmemoriados (aunque a esta altura habría que admitir que la
televisión y los medios lograron que ciertas franjas de la población lo sean).
¿Acaso ya nadie recuerda que hace exactamente un año (el 4 de abril de 2012) un
temporal similar de lluvia y granizo causó inundaciones, destrozos y la penosa
muerte de cinco porteños? ¿Tan rápido nos podemos olvidar de ese detalle como
para no indignarnos al escuchar a toda la cúpula del intendente hablar de 1906
como si las inundaciones que año a año les pasan por las narices con víctimas
humanas y daños materiales nunca hubieran existido? ¿Hasta cuándo año a año
vamos a escuchar el verso de la excepcionalidad?
Hablar de imprevisibilidad (como nos dijo una
Vidal aterrorizada y sola sin plan alguno ante la marea vacacional de todo el
gabinete PRO incluyendo al intendente) es sencillamente una forma pobre de
esconder la basura propia bajo la alfombra para que no salga a la luz la
verdadera cara de un gobierno hecho de marketing y rubor en las mejillas, sin
ninguna sustancia política y de gestión.
Las tres obras que hubieran paliado
sustancialmente la situación (en los arroyos Vega y Medrano para el caso de
Belgrano, y el de Erezcano-Ochoa para el de Pompeya) estaban paralizadas. Y no
tiene nada que ver las explicaciones de falta de financiación ya que la ciudad
tiene recursos más que suficientes (más aun habiendo aumentado el ABL un 300% en
dos años) para su ejecución. Macri, en su plataforma en 2007, afirmaba ante
cuanta cámara de TV o micrófono le pusieran delante, que en menos de un año
esas obras deberían estar hechas y que era prioridad de su gestión en caso de
ser elegido. Lo fue, y también reelegido, y luego de más de cinco años sigue
sin siquiera empezar a realizarlas.
Otro punto importante para observar es la
importancia que el gobierno de Macri asigna a estos temas. Y no hay mejor forma
que mirarlo a través del presupuesto, que dicho sea de paso, es el túnel del
tiempo que nos muestra tanto las verdaderas intenciones y prioridades de los
gobernantes, y una vez pasado el ejercicio y a través de su ejecución, la
verdadera cara de su gestión. Y en ambos casos, el gobierno del ingeniero sale
mal parado.
De los fondos asignados en 2011 para
infraestructura de la red pluvial el gobierno solo ejecutó el 73%, de los de
2012 (sobre $224 millones) sub ejecutó (o sea no gastó) un 80%, y en el
presupuesto de 2013, solo proyectó destinar a estas obras el 10% del año
anterior.
En cuanto a los gastos de mantenimiento de la
red pluvial ya existente en la ciudad, durante 2012 solo se gastó un 36%, lo
que habla a las claras del desastroso estado de la red. Además, quedó a las
claras que este supuesto mantenimiento realizado enteramente por empresas
privadas (cuando antes lo hacía la ciudad con una división propia que el PRO se
encargó de desarticular), jamás fue monitoreado ni controlado por el Gobierno
de la Ciudad, siendo para las empresas adjudicadas un negocio redondo donde
solo les basta desaparecer del tapete un tiempito ante cada inundación, cosa
que el propio Macri y los medios de comunicación se encargan muy bien de hacer.
En definitiva, para nuestro intendente, el
marketing es el norte de su política de inversiones. Elije hacer el Metrobús en
la 9 de Julio, o arreglar una plaza, o hacer una bicisenda, que realizar una
obra enterrada en los sótanos de Buenos Aires donde nadie la ve. Es una obra
que no vende. Se puede mostrar un cachito por la tele, pero el ciudadano
olvidadizo que él y los medios crearon con suma eficacia, a los pocos días pasa
de hoja y no tiene un recordatorio visual que le haga ver esa acción de
gobierno. Por lo tanto, no sirve.
La paradoja del buen gobierno es que para
controlar la emergencia y el desastre se destinan recursos a acontecimientos
que en el corto plazo quizás no ocurran (si ya pasaron, a largo plazo
seguramente se van a repetir) con un fin social como manera de mirar un poco
más allá de la coyuntura o la conveniencia política. Poner a estos temas en la
agenda pública. Y esto es algo que en la ideología y la lógica política de
Macri está muy lejos de ocurrir.
La realidad nos mostró que las obras
realizadas en el Maldonado; iniciadas por Ibarra, continuadas por Telerman y
finalizadas por Macri, fueron efectivas a la hora de reducir considerablemente
cuando no anular los riesgos de inundaciones.
Modelo de Ciudad
Otro de los problemas fundamentales para
evitar estos sucesos naturales es la correcta planificación en la construcción
de la ciudad.
Buenos Aires es una ciudad que históricamente
fue desastrosa en este concepto. Imaginen la belleza de una ciudad con una Juan
B. Justo inexistente y en su lugar un río que corta la ciudad en dos, con
puentes que la atraviesan y espacios verdes en ambas márgenes a cuyas espaldas
se genera de inmediato un amplio puerto Madero lleno de locales, mesitas de
café en las aceras y zonas de esparcimiento para todos los porteños. Imaginen
lo mismo en el Arroyo Vega o el Medrano. O lo distinto que sería Pompeya (o la
zona sur en general) si fuese así el
Erezcano o el Ochoa. Sería un paisaje
bellísimo sin necesidad de ir a verlo a París, o a Amsterdam. Pero no, Buenos
Aires ocupó esos espacios naturales con
cemento, los “entubó” y se dedicó a hacer negocios particulares creyendo que
podía controlar a la naturaleza. Y ese precio lo pagaron las generaciones
futuras, o sea nosotros.
Y si insistimos en la construcción de un
negocio inmobiliario interminable acorde a los mandatos de la globalización
neoliberal (algo a lo que Macri es muy adicto), vamos a volver a sufrir las
consecuencias. Si se continúan haciendo torres, shoppings, grandes espacios
urbanos en esa Juan B. Justo entubada, en pocos años el Maldonado nos va a
volver a pasar la factura y “la mayor obra en la historia hidrológica de la
ciudad” va a quedar chica otra vez. Y otra vez va a haber un Macri que
responsabilice a “la agresividad de la Naturaleza”.
Y nos va a pasar también si seguimos
asfaltando hasta los árboles (que buen negocio, Dios), quitando el empedrado
tan bello y tan útil ya que permite que en caso de lluvias el agua tenga donde
escurrir. Y si seguimos haciendo plazas PRO de cemento que nos recuerdan las de
Cacciatore en vez de los hermosos parques que el genio de Tays nos legó hace
más de cien años. Y si seguimos generando polos de pobreza en las márgenes de
estos arroyos debido a que no tienen interés inmobiliario justamente por este
problema, en vez de hacer una relocalización de estos vecinos a zonas
habitables y dejar estos espacios para esparcimiento y escurrimiento de las
aguas en caso de desborde.
Y no podemos una y otra vez escudarnos en
causas naturales. En una ciudad de llanura templada como la nuestra no tenemos terremotos, ni
huracanes, ni ciclones: tenemos indefectiblemente inundaciones. La historia ya
nos lo mostró y el futuro no es más que la repetición de hechos históricos que
se nos aparecen con diferentes máscaras que los disfrazan.
¿Cómo puede ser que la ciudad (y lo mismo
corre para la Provincia de Buenos Aires) no tenga un mapa hidrológico
eficiente? Es un problema de fondo que sale a la luz a través de una sencilla
pregunta: “llueve, ¿por dónde se va el agua?” Y hoy no se tiene respuesta, y,
para peor, se tapan todas las salidas.
Aprendamos a exigirles a nuestros gobernantes
la planificación de nuestra ciudad, y, aún más allá, también a la planificación
de planes serios de gestión de riesgos y contingencias ante situaciones de
desbordes naturales. Que de una vez por todas dejen de manejar estas situaciones
como que se les caen encima.
Planifiquemos nosotros como elegirlos y como
exigirles que cumplan nuestro mandato. Planifiquemos Buenos Aires, que es
nuestra.
El agua y los medios
El otro punto que me parece interesante
destacar es el desempeño patético y bochornoso de los medios de comunicación en
el momento de la catástrofe.
En medio del escenario de pobreza de recursos
intelectuales y humanos que nos expusieron los medios de comunicación del
establishment, la primera afectada es la información.
¿No es posible dictar un protocolo con la
finalidad que los medios difundan de forma respetuosa, certera, sin agachadas
de ningún tipo ante estas situaciones de catástrofe, que respete a los
damnificados y a la sociedad toda, sin qué se escuden de manera falaz en una
libertad de información que pisotea nuestros más elementales derechos humanos?
Ver a Ernestina Pais hacer “chivos” del tipo
“…hay hasta ahora 5 muertos y miles de damnificados que no tienen un colchón
para dormir, pero sí de dormir se trata y tenés que cambiar el colchón compra
un Belmo…” o “… si el agua se llevó tus electrodomésticos, Garbarino te
ofrece…”, me dio asco y violencia. Que en un medio se permita esta animalada
con el único fin de facturar unos mangos me parece de la más baja calidad
humana, y la poca condena social de estos hechos habla a las claras de la
estupidización (para no ya pensar en la completa deshumanización) de nuestra
sociedad.
¿No deberían los medios en estos casos de
desastres ponerse a disposición del estado (sin por ello dejar de criticar las
responsabilidades que encuentren en el mismo) para la correcta gestión en la
resolución de la catástrofe?
¿No debería haber una sanción a todos los
medios que fomentaron (a sabiendas de la situación) la protesta y el encono social
ante los cortes de luz posteriores a los hechos, cortes que en la mayoría de
los casos respondían a pedidos de Defensa Civil por el peligro que corrían los
propios vecinos y los empleados de las eléctricas ante barrios y cámaras
inundadas? ¿O acaso no sabían (si lo sé yo como no saberlo ellos) que pasados
varios días de las lluvias, se vaciaban las cámaras para dar servicio e
inmediatamente el agua volvía a inundarlas de inmediato ya que surgía de las
napas saturadas de esa agua que no podía escurrirse debidamente por los
problemas que ya reflejamos antes en esta misma crónica?
¿No sería saludable que en vez de cargar
culpas solo al Estado (que las tiene, obvio) los medios dirijan algo de sus
energías en investigar la pobre perfomance de las empresas privadas que tienen
las concesiones para realizar la limpieza de los sumideros, o del lobby
inmobiliario ávido de negocios sin importarle un pito el bienestar de los
vecinos? ¿O su condición de “aportantes” está por encima de los mandatos del
“periodismo independiente”?
Justicia bajo las aguas
Uno de los justificativos que uso el Macrismo
ante la penosa anegación del barrio de Villa Mitre fue el de la
imprevisibilidad de la situación.
Primeramente hemos de marcar que cualquier
ciudadano que contara con una TV o una radio estaba al tanto desde el jueves o
viernes que a comienzos de semana había un alerta metereológico (un punto a
favor del siempre de moda denostado Servicio Metereológico Nacional).
Segundo, como bien dijo el ingeniero Bruno
Capra, del Polo Tecnológico Constituyentes “decir que un acontecimiento es
imprevisible, máxime si ya ocurrió (Como Vidal y Macri se encargaron de decir),
es ocultar el problema”.
Y los hechos nos muestran a las claras que el
macrismo sabía de la existencia cabal de la posibilidad de repetición de este
problema.
En septiembre de 2012, los jueces de la Sala
II convocaron a una audiencia al gobierno y a los vecinos del Barrio Mitre, a
raíz que estos últimos habían presentado un amparo contra el Gobierno de la
Ciudad a raíz de las continuas inundaciones que se sucedían en el barrio desde
la construcción del Shopping Buenos Aires Dot. En dicha reunión la gestión de
Mauricio Macri se comprometió a investigar el tema y a hacer un diagnóstico en
diez días.
Recién en noviembre, el gobierno porteño
presentó su informe en donde de forma tajante admitía su responsabilidad en las
inundaciones del barrio, explicando que la causa eran una serie de obras mal
autorizadas para la construcción del Dot y que debían reparase las mismas para
superar el problema.
Ante la inacción, el juzgado convocó a una
nueva audiencia a las partes el 16 de diciembre, lugar en donde los
funcionarios municipales se comprometieron a realizar una obra paliativa con
los caños de desagüe en la calle Arias que desagotarían en un piletón del Dot y
que no demoraba más de una semana, saliendo poco dinero para el erario
municipal. Dicha obra evitaría las inundaciones hasta hallar la solución
definitiva.
Pasó todo el verano, y a tres meses del
compromiso nadie fue al Barrio Mitre a realizar obra alguna. El juzgado, a
mediados de marzo de 2013, y luego de los reiterados incumplimientos, intimó al
Gobierno de la Ciudad a acreditar el cumplimiento de la obra en cinco días. Una
vez más, el gobierno de Macri incumplió, vino la lluvia, y el resto es historia
conocida.
El ministro Montenegro (el único del gabinete
que se hizo cargo de la situación y trabajó cuerpo a cuerpo con los vecinos y
junto a otras organizaciones políticas opositoras que acudieron en ayuda,
nobleza obliga) al hablar con vecinos del barrio prometió colchones, alimentos
y ropa para paliar la situación. Y recibió una respuesta inesperada. Una mujer
le contestó: “Somos trabajadores y por suerte ahora tenemos trabajo. Los
colchones y la ropa nos los compramos solos. Lo que necesitamos es no
inundarnos más”.
Buenos Aires frente al cambio climático, solo en
papel.
“Buenos Aires frente al cambio climático” es
un trabajo de 72 páginas editado allá por mayo del 2011, encargado por el
gobierno del PRO al recién entonces formado Consejo Asesor de la Agencia de
Protección Ambiental dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público,
a cargo entonces y aún, de Diego Santilli. La Agencia está presidida ad honorem
por el prestigioso climatólogo argentino Osvaldo Cancini, quien, entre otras
cosas trabajó junto a Al Gore cuando hizo su famosa campaña para concientizar
al mundo sobre el cambio climático, lo cual le valió a este último el Nobel en
el año 2007 (además de película y una ponchada de dólares, dicho sea de paso).
En el trabajo encargado por el gobierno
porteño, el mismo Mauricio Macri escribió que “en nuestro caso, los principales
desafíos son enfrentar el aumento de la temperatura, una mayor frecuencia de
lluvias extraordinarias y de sudestadas…”. Para solucionar estos problemas,
sugirió entonces “estamos respondiendo con un plan hídrico muy importante, con
un manejo de árboles más preciso, con más espacios verdes –incluso sobre los
edificios-, con un mejor sistema de alerta de inundaciones, relocalizando a los
vecinos que viven sobre áreas de riesgo, con un plan urbanístico ambiental que
incluye el diseño de grandes corredores verdes”.
Estas, no son palabras en el aire transmitidas
en el fragor de un discurso de campaña, son palabras de un texto meditado,
donde se apropia del ideario ambientalista e incluso fue traducida al inglés
como manera de hacer ver a Buenos Aires como una ciudad green friendly.
En él reconoce que “el problema se agravará
cuando, por el cambio climático, las lluvias serán más intensas…”, e informa
que “…la implementación del Plan de Acción lanzado en el 2009 debe adaptarse a
esta situación”. Además, afirma que “…la ciudad tiene mucha formas de responder
a estos desafíos…”, “… hay capacidad de innovación, hay tecnologías…” y con
aire internacionalista dice “… puede haber recursos para ser parte de las
soluciones globales y mejorar la calidad de vida local”.
Macri, allá por 2011, vaticinó el problema
pero no hizo nada de lo recomendado por el trabajo. Es más, hizo todo lo
contrario según lo que ya ha sido detallado.
El mismo Canzini criticó el mensaje del
intendente tras la inundación: “Macri dijo que hay una tormenta cada cuatro
días, como si fuera algo matemático…”. Incluso, para el prestigioso científico
las obras como la del Maldonado son solo un paliativo, lo importante es la
política ambiental. Incluso recogió lo escrito en el documento “donde se
esperanzaba porque los árboles, en los papeles, parecían una prioridad”, ya que
en el texto se decía que “…mejoran la calidad del aire, suavizan el ruido,
amortiguan las altas temperaturas, captan el material particulado (en criollo,
el humo), reducen el riesgo de inundaciones, son refugio de especies
silvestres, y, por supuesto, reducen los gases del efecto invernadero”.
Pero, Metrobús y bicisendas, plazas de cemento
y otras yerbas, van en sentido contrario, motivo por el cual Canzini sugirió
que está por renunciar en desacuerdo a lo actuado.
De estadísticas de la propia Agencia se
desprende que en 1941 había en la ciudad 450 mil árboles. En 2011, eran solo
415 mil. Hoy, se cree que son menos. Todo, teniendo en cuenta el aumento
poblacional (tanto de población fija como transitoria). Vamos mal.
Para redondear
En síntesis, Macri desoyó a sus propios equipos
de los que tanto se ufana. Miente al declamar su incredulidad a los designios
del clima, ya que esto se preveía antes de 2007 y él mismo lo reafirmó en
castellano e inglés en 2011. Sub ejecutó el presupuesto de obras clave para
paliar la posibilidad de inundaciones, dándole prioridad a las obras más
marquetineras, las que se ven más fácilmente: Metrobús, bicisendas, arreglo de
plazas y aceras. Y lo hizo en detrimento de un servicio eficiente de limpieza
de sumideros y bocas de tormenta que, fiel al estilo PRO, está privatizado y no
vale lo que se paga por él. Permitió el avance indiscriminado de la
construcción en los espacios verdes, e incluso aún proyecta una gigantesca
playa de camiones en una de ellas, reduciendo aún más esas superficies. Desecho
superficies permeables como los adoquines para reemplazarlo con asfalto,
empeorando el escurrimiento de aguas. No desarrollo sistemas de alerta
adecuados a pesar de ufanarse de tener “el mejor equipo de gestión de urgencias
de Latinoamérica” (sonó hasta gracioso, humor negro dentro de la tragedia).
Todo con el consiguiente perjuicio para la
población, en especial para los sectores medios bajos y bajos, que son siempre
los más afectados y que acabaron con el agua al cuello una vez más.
No alcanza con carteles, folletos y spots
publicitarios cargados de amarillo. Hay que laburar. Si no, nunca va a estar
buena Buenos Aires.
FUENTES
Diario
Página 12.
Diario
La Nación.
“Programa
de Gestión de Riesgo Hídrico”, Gobierno de la Ciudad, año 2007..
“Buenos
Aires frente al cambio climático”, Agencia de Protección Ambiental, mayo de
2011.
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