Al norte de
Sudamérica, de un lado los Andes y del otro el llano, en un valle y con el
marco imponente del Caribe bañando sus costas a escasos kilómetros, se
encuentra Caracas, capital de Venezuela.
Más de cinco mil
kilómetros al sur, bien al sur del continente, casi donde el mapa se termina y
en medio de otra llanura, con el Río de la Plata bañando sus costas (aunque
casi no nos enteremos ya que siempre le dimos la espalda) está Buenos Aires,
capital de Argentina.
Parecen dos ciudades
lejanas, diferentes en su geografía, sus gentes, sus modos, sus colores, sus
ritmos… Pero sin embargo, de un tiempo a esta parte (política mediante) están
cerca, muy cerca. Ambas fueron cunas de libertadores, de hombres que lucharon
por la libertad de esta parte del mundo. Hombres que nos soñaron unidos,
hermanados. Pero otros hombres, también nuestros, poderosos, dueños de las
vidas y destinos de los hombres de esta región, soñaron otra cosa, un sueño de
egoísmo, individual, mezquino. Y separaron nuestros rumbos…. E intentan seguir
haciéndolo hoy día. Esa lucha entre libertadores y entregadores de nuestros
pueblos sigue latente, viva, intensa.
La derrota por
“apenas” 300.000 votos de Capriles en Venezuela, llevó a la oposición a sacar a
“su” gente a las calles luego de proclamar un fraude que solo ella reconoce. Ni
Unasur, ni la OEA, ni el Centro Carter, ni una variedad de países de Europa,
Asia y África, vislumbraron irregularidades en los comicios. Solo cuentan en su
alocada denuncia con el tibio apoyo de EEUU (cuando no), una España en llamas a
cargo del delirante Rajoy y una caterva de golpistas latinoamericanos.
El resultado de
esta marcha fue simplemente descargar odio en las calles creando un clima de
insurrección, con una cosecha de siete muertos que poco le importan a estos
tipos que solo quieren satisfacer sus ansias de poder para devolver el viejo
status quo que gobernó allí y en toda Latinoamérica durante casi toda su
historia.
Pidió rever el
comicio de una manera que no existe en la ley venezolana (el conteo manual)
debido a la probada efectividad de su sistema electoral, el mismo que hizo que,
en el referéndum de 2007, un siempre triunfador Chávez reconociera la derrota
por un margen aún menor que el que hizo perder a Capriles. La diferencia de
Chávez en su forma de hablar y actuar (“… No acuerdo con la decisión, pero me
someto a la voz del pueblo en las urnas”) con la demostrada con el doble
venezolano de Majul habla a las claras quien es el que reniega de las formas
democráticas de elección. Chávez había perdido por un escasísimo margen (menos
de un punto) y sin embargo aceptó inmediatamente el resultado sin pedir conteo
alguno, Capriles llamó a sus seguidores a una orgía de violencia y sangre. No
hay más que decir.
En Buenos Aires,
mientras tanto, la marcha opositora del jueves 18 de abril, ganaba las calles
de la ciudad sin otro propósito que la oposición por la oposición misma, sin
propuestas, llena de insultos, odio de clase y en algunos casos violencia
contra las personas (periodistas) y los bienes públicos (el Congreso, una
estatua de Néstor Kirchner).
Al final de la
marcha, un contingente se desprendió y partió raudo al Congreso Nacional, cargo
contra las rejas y las puertas del Senado, rompió vidrios y quiso forzar la
entrada. Mientras tanto, la diputada Elisa Carrió emulando a Capriles (en la
marcha había carteles que decían “perdón Lilita”), arengaba desde la plaza a marchar
al Congreso e “impedir” la votación de las leyes de reforma del sistema
judicial, en otra muestra de desprecio democrático de quienes se dicen
“republicanos” (¿de qué república hablarán?). Sonó a viejo, a un gastado
recurso de los popes campestres de quienes ya sabemos carecen de amor por una
voluntad popular a la que desdeñan, a golpe institucional apoyado por los
viejos medios de (in)comunicación. Hasta el paquete diario La Nación, viendo
las barbaridades que decía Carrió, trató de suavizarlas titulando que la marcha
pedida por la diputada de la espada y la cruz era una “vigilia pacífica”, pero
las cartas ya estaban echadas. El posterior fracaso de dicha manifestación
hablaría a las claras del rechazo que obtuvieron sus palabras.
La semejanza del
modus operandi de las oposiciones de Argentina y Venezuela (y en general de la
mayoría de las derechas del continente) salta a la vista.
En ambos casos se
habla de “diálogo” para justificar imposiciones cargadas de odio. ¿Qué es para
ellos el diálogo? ¿Qué el gobierno claudique en sus convicciones y sus actos?
¿Qué traicione la voluntad del 54% de la población que pidió “otra cosa” que la
que los opositores desean para el país? ¿Qué haga como Menem que aceptó que
mintió porque si decía lo que iba a hacer no lo votaba nadie? El gobierno, por
otra parte, ya aceptó por medio del diálogo cambiar dos artículos sobre las
cautelares a pedido de varias organizaciones sociales y otro tanto por pedido
de la justicia a través de una gestión de la Corte Suprema. Hasta se avino a
negociar las leyes con el bloque radical, quien finalmente prefirió, junto al
resto de la oposición, armar un circo mediático, tal como es su costumbre.
También como en
Venezuela la acción opositora se apoya en los medios de comunicación
hegemónicos, cuyos inconfesables intereses se han visto perjudicados por los
gobiernos de corte popular. Y son así aliados de la infamia, la mentira como
método político y los negociados de los propios medios. Acá son los Noble, los
Mitre y el resto atrás. Allá se encolumnan tras los pasos de los Cisneros.
En ambos casos no
se manifiesta llevando propuestas superadoras, se insulta, se agravia sin
miramientos de ningún tipo y se moviliza con fines desestabilizadores
reconocidos en las propias pancartas que llevan los manifestantes. Todo para
lograr lo que las urnas les negaron una y otra vez.
En ambos casos se
habla de “República” y luego se escupe sobre ella menospreciando al Congreso, a
las elecciones y a los gobernantes electos por sus pueblos.
En ambos casos,
como se vio, solo se critica sin propuestas de ningún tipo. Se trata de bajar
leyes que molestan, de seguir con privilegios extemporáneos a una sociedad
igualitaria y justa. Son como los cacahuates que viene sin maní adentro. Pura
cáscara. No tienen substancia, no tienen “política” más allá que la del
aprete. Hablan de juntar gente para
“voltear” gobiernos elegidos y forman parte (dándose cuenta o no) de la más
rancia derecha golpista. No todos, pero sí muchos de ellos, mientras el resto
se debate entre el antiperonismo o el antichavismo, según la latitud,
fundamentado sobre todas las cosas en una pretendida pertenencia de clase
muchas de las veces prestada por un rato por los poderosos que digitan todo.
Terminan siendo útiles a las clases dominantes que no dudarían un segundo en
llevarlos al infierno (ya lo hicieron, ¿se acuerdan?) por un poco más de guita
y poder. Son parte de una
“desesperación” política que nos puede
mostrar (muchos gurúes y medios trabajan para eso, pues de ello se valieron
para alcanzar su posición) una cara que no creo que quisiéramos ver. La de la
violencia de una turba linchadora. Se supone que no deberían transitar ese
camino los autoproclamados “republicanos” y ningún político debería andar ese
camino para luego desentenderse de las consecuencias.
IMÁGENES DEL 18A
La mayoría de los
presentes en la marcha del jueves 18 tienen puntos en común: tiene un trabajo
con un ingreso digno (o no trabaja como en el caso de muchos rentistas que
protestan); creen que por su educación están por encima del resto de la
población; se dicen democráticos pero no aceptan ni la disidencia ni al
gobierno electo por la mayoría de sus compatriotas hace solo poco más de un
año, acto que los empapa de autoritarismo; hablan de República y detestan al
Estado por involucrarse en sus vidas, lo quieren afuera porque les conviene la
ley del más fuerte, que son ellos; y lo peor, casi sin querer (o no), se alían
a los tipos que hicieron que la Argentina pasase de ser un país próspero a un
verdadero infierno sin escalas. Otros reivindican una dictadura sangrienta y
delincuencial, otros claman medidas que se acercan peligrosamente al voto
calificado, y la gran mayoría putea por deporte, sin entender porque, solo por
seguidismo, convirtiéndose en los tentáculos de ese Kraken monstruoso formado
por medios dominantes y agoreros económicos que representan al poder
oligárquico.
Quieren mantener
privilegios y volver al país para unos pocos. El país para ellos y los que le
sirven circunstancialmente. El resto se arregla con más policía, más bala, más
muros que dividen… más islas.
Para explicar
todo esto de manera irrefutable, solo escuchémoslos (1):
DESINFORMACIÓN: “…
nadie tiene tarjeta SUBE. ¿Para qué? Yo no viajo en colectivo, la inseguridad
es tremenda. ¿Cómo se te ocurre?”.
ODIO DE CLASE: “mis
padres fueron perseguidos por Perón, y ahora yo perseguida por esta yegua...”.
INDIVIDUALISMO:
“… no tengo libertad de poder viajar, de elegir, de comprar dólares…”.
INOCENCIA (por no
decir estupidez): “La verdad se tendría que ir (habla de De Narváez, allí
presente), pero bueno, él también tiene derecho (a estar), es un ciudadano, y
lo mejor es que no viene de la política, no la necesita para hacerse rico y eso
es una garantía”.
ODIO (una pobre
persona): “… morite yegua de mierda, ándate con el tuerto y dejanos gobernar”.
IGNORANCIA
POLÍTICA: “La verdad que no me acuerdo a quién voté y no sé a quién voy a
votar”.
MEDALLA DE PLATA:
“Nadie te defiende del Estado, te cuentan hasta la última moneda y te obligan a
pagar impuestos para que los negros que los votan se lo gasten en vino y vaya
saber qué otra cosa peor…”.
Pero LAS PALMAS
se las llevó Ana, 67 años, “devota católica” según ella, quien dice que está
comprometida con la marcha “no por mí, sino por ella”, y señala a su empleada
doméstica. Y sigue diciendo que “yo puedo vivir bien, pero ella no. Y los que
tenemos más tenemos que pedir por los que más necesitan”. Cuando se le pregunta
su pensamiento a la empleada no contesta, hace solo un gesto con su mano sobre
la boca, en señal de que opinar no está entre sus quehaceres, y, sin decir
palabra, toma del brazo a la “patrona”, guarda la campanita de bronce en el
delantal (“recuerdo de familia” había dicho Ana) y empieza a desandar camino
por la Avenida Santa Fe.
(
(1)
Fuentes:
Diario Página 12, La Opinión, Tiempo Argentino,
chat de Yahoo.
Otro punto de la
manifestación es la multiplicidad de pancartas no en la búsqueda de propuestas
alternativas de las que generan la protesta, sino en querer poner énfasis en la
“originalidad” del portador. Es como un concurso de carteles para ver quién va
más lejos en el agravio. Veamos: “Konchuda, préstame dólares”, “Kretina, bajate
del poni”, “Agonía K, rigor mortis post mortum” (????), “Clarín, dejanos oír tu
voz” (¡Dios mío! Como si ya no lo hubieran hecho sonar bastante tiempo),
“Kretina, devolveme los dólares y la libertad” (curiosa apreciación de la
libertad, ¿no?), “No al saqueo de las retenciones” (toda una declaración de
principios), “Kretina, dejá la justicia como está” (otra declaración de
principios, no sea cosa de perder privilegios), “Estoy sola contra el Estado”
(yo, yo y yo).
Tanto en la
palabra proclamada como en las imágenes que ilustran la protesta se nos
descubre una multitud más preocupada por el “yo” que por el “nosotros”, reflejo
de una clase media que mira al país desde la individualidad. El “pueblo” del
que se apropian está al servicio de los intereses personales o no les sirve. Si
les afecta, aunque más no sea mínimamente y en beneficio de las mayorías, no
están dispuestos, no les interesa, no les sirve. No hay propuestas superadoras
sobre la comunidad. La interacción con el resto pasa por considerarlos “pares”
en la búsqueda de “su” bienestar individual. Es una sociedad sumamente egoísta,
que reniega de la política como un elemento superador en lo social. Tampoco le
importa, tampoco le sirve.
Ese abuso de la
primera persona en los reclamos es el lugar común en la oralidad y la imagen de
la marcha, una marcha que grita sobre una clase social que teme perder sus
privilegios. No quieren otra justicia porque se sirven de esta (o creen poder
hacerlo). Quieren ir al extranjero, o comprar dólares sin importar si hay
consecuencias para los demás. Su ignorancia supina en el mejor de los casos (el
egoísmo absoluto en el peor) los exime de saber que por ese camino va a perder
la sociedad. Deberían saberlo pues muchos lo sufrieron antes, mientras otros lo
saben y también saben que ganaron en el pasado a costillas del resto. En el
caso de muchos, su ciego individualismo es el combustible que da vida a la
hoguera que los medios mantienen viva para beneficio propio, sin darse cuenta
que al final el combustible se consume, muchos se han quemado, y el más
favorecido es el que hizo la fogata.
Como en otro
tiempo los militares, ellos son los “forros útiles” del poder económico. A
Clarín, o La Nación, o a Fontevecchia, no les interesa un cuerno su vida, como
les dicen día a día. Para estos tipos solo son útiles al “negocio” y no
dudarían un segundo en tirarlos al fuego de ser necesario. Ya lo hicieron mil
veces. ¿No se acuerdan que aplaudieron, pesificación mediante, la rebaja de
sueldos y jubilaciones? Ganaron millones con eso. ¿Se olvidaron que lo firmó la
“piba” Bullrich qué ahora marcha con ustedes? ¿Se olvidaron que Clarín se afanó
500 millones con un simple pase bursátil en connivencia con las AFJP, de la qué
ahora llaman “plata de los jubilados”? ¿No recuerdan que La Nación se opone a
pagar 280 millones de pesos que adeuda al fisco, protegidos por una cautelar
desde hace 10 años? ¿No miran que el Lanata que endiosan llegó a Clarín después
de denunciarlo por años y luego de cerrar dos empresas donde dejo a cientos de
laburantes en pampa y la vía? ¿Qué acepto ser socio del ladrón de Antonio Mata,
el vaciador de Aerolíneas, solo porque era “el que tenía la plata”? ¿Eso
defienden? La verdad, me es imposible entenderlos.
En cuanto a la oposición, todos, menos Macri que temió a los insultos, acompañaron en silencio la marcha, a sabiendas que a muchos de los que fueron no los representan en absoluto. Solo hicieron acto de presencia encolumnados detrás de los postulados del “grupo” y en defensa de sus verdaderos jefes.
Se saben
perdedores porque conocen que nadie en su sano juicio puede seguir a un grupo
unido por el espanto al cual no se le cae una idea. Hasta podría aventurar que
muchas de las personas que fueron al 18A, interiormente saben que si el
gobierno cae como piden estos tipos no sabrían que hacer con el país más allá
que lo que le ordenen los grupos de poder. Y de eso se trata. Están los que lo
saben y les conviene, y están los otros, que no tienen ni idea que se cavan su
propio foso.
Y eso sería
volver al infierno, y la verdad, somos muchos más que ustedes los que no
queremos quemarnos.
N. de la R: Como bonus track veamos la actitud democrática de los caceroleros en el video que se ve a continuacion (uno de los tantos sobre los desbordes violentos sobre personas, periodistas y bienes públicos).
N. de la R: Como bonus track veamos la actitud democrática de los caceroleros en el video que se ve a continuacion (uno de los tantos sobre los desbordes violentos sobre personas, periodistas y bienes públicos).
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