EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



martes, 30 de abril de 2013

TAN LEJOS… TAN CERCA.


Al norte de Sudamérica, de un lado los Andes y del otro el llano, en un valle y con el marco imponente del Caribe bañando sus costas a escasos kilómetros, se encuentra Caracas, capital de Venezuela.
Más de cinco mil kilómetros al sur, bien al sur del continente, casi donde el mapa se termina y en medio de otra llanura, con el Río de la Plata bañando sus costas (aunque casi no nos enteremos ya que siempre le dimos la espalda) está Buenos Aires, capital de Argentina.
Parecen dos ciudades lejanas, diferentes en su geografía, sus gentes, sus modos, sus colores, sus ritmos… Pero sin embargo, de un tiempo a esta parte (política mediante) están cerca, muy cerca. Ambas fueron cunas de libertadores, de hombres que lucharon por la libertad de esta parte del mundo. Hombres que nos soñaron unidos, hermanados. Pero otros hombres, también nuestros, poderosos, dueños de las vidas y destinos de los hombres de esta región, soñaron otra cosa, un sueño de egoísmo, individual, mezquino. Y separaron nuestros rumbos…. E intentan seguir haciéndolo hoy día. Esa lucha entre libertadores y entregadores de nuestros pueblos sigue latente, viva, intensa.

La derrota por “apenas” 300.000 votos de Capriles en Venezuela, llevó a la oposición a sacar a “su” gente a las calles luego de proclamar un fraude que solo ella reconoce. Ni Unasur, ni la OEA, ni el Centro Carter, ni una variedad de países de Europa, Asia y África, vislumbraron irregularidades en los comicios. Solo cuentan en su alocada denuncia con el tibio apoyo de EEUU (cuando no), una España en llamas a cargo del delirante Rajoy y una caterva de golpistas latinoamericanos.
El resultado de esta marcha fue simplemente descargar odio en las calles creando un clima de insurrección, con una cosecha de siete muertos que poco le importan a estos tipos que solo quieren satisfacer sus ansias de poder para devolver el viejo status quo que gobernó allí y en toda Latinoamérica durante casi toda su historia.
Pidió rever el comicio de una manera que no existe en la ley venezolana (el conteo manual) debido a la probada efectividad de su sistema electoral, el mismo que hizo que, en el referéndum de 2007, un siempre triunfador Chávez reconociera la derrota por un margen aún menor que el que hizo perder a Capriles. La diferencia de Chávez en su forma de hablar y actuar (“… No acuerdo con la decisión, pero me someto a la voz del pueblo en las urnas”) con la demostrada con el doble venezolano de Majul habla a las claras quien es el que reniega de las formas democráticas de elección. Chávez había perdido por un escasísimo margen (menos de un punto) y sin embargo aceptó inmediatamente el resultado sin pedir conteo alguno, Capriles llamó a sus seguidores a una orgía de violencia y sangre. No hay más que decir.

 

En Buenos Aires, mientras tanto, la marcha opositora del jueves 18 de abril, ganaba las calles de la ciudad sin otro propósito que la oposición por la oposición misma, sin propuestas, llena de insultos, odio de clase y en algunos casos violencia contra las personas (periodistas) y los bienes públicos (el Congreso, una estatua de Néstor Kirchner).
Al final de la marcha, un contingente se desprendió y partió raudo al Congreso Nacional, cargo contra las rejas y las puertas del Senado, rompió vidrios y quiso forzar la entrada. Mientras tanto, la diputada Elisa Carrió emulando a Capriles (en la marcha había carteles que decían “perdón Lilita”), arengaba desde la plaza a marchar al Congreso e “impedir” la votación de las leyes de reforma del sistema judicial, en otra muestra de desprecio democrático de quienes se dicen “republicanos” (¿de qué república hablarán?). Sonó a viejo, a un gastado recurso de los popes campestres de quienes ya sabemos carecen de amor por una voluntad popular a la que desdeñan, a golpe institucional apoyado por los viejos medios de (in)comunicación. Hasta el paquete diario La Nación, viendo las barbaridades que decía Carrió, trató de suavizarlas titulando que la marcha pedida por la diputada de la espada y la cruz era una “vigilia pacífica”, pero las cartas ya estaban echadas. El posterior fracaso de dicha manifestación hablaría a las claras del rechazo que obtuvieron sus palabras.


La semejanza del modus operandi de las oposiciones de Argentina y Venezuela (y en general de la mayoría de las derechas del continente) salta a la vista.
En ambos casos se habla de “diálogo” para justificar imposiciones cargadas de odio. ¿Qué es para ellos el diálogo? ¿Qué el gobierno claudique en sus convicciones y sus actos? ¿Qué traicione la voluntad del 54% de la población que pidió “otra cosa” que la que los opositores desean para el país? ¿Qué haga como Menem que aceptó que mintió porque si decía lo que iba a hacer no lo votaba nadie? El gobierno, por otra parte, ya aceptó por medio del diálogo cambiar dos artículos sobre las cautelares a pedido de varias organizaciones sociales y otro tanto por pedido de la justicia a través de una gestión de la Corte Suprema. Hasta se avino a negociar las leyes con el bloque radical, quien finalmente prefirió, junto al resto de la oposición, armar un circo mediático, tal como es su costumbre.
También como en Venezuela la acción opositora se apoya en los medios de comunicación hegemónicos, cuyos inconfesables intereses se han visto perjudicados por los gobiernos de corte popular. Y son así aliados de la infamia, la mentira como método político y los negociados de los propios medios. Acá son los Noble, los Mitre y el resto atrás. Allá se encolumnan tras los pasos de los Cisneros.
En ambos casos no se manifiesta llevando propuestas superadoras, se insulta, se agravia sin miramientos de ningún tipo y se moviliza con fines desestabilizadores reconocidos en las propias pancartas que llevan los manifestantes. Todo para lograr lo que las urnas les negaron una y otra vez.
En ambos casos se habla de “República” y luego se escupe sobre ella menospreciando al Congreso, a las elecciones y a los gobernantes electos por sus pueblos.
En ambos casos, como se vio, solo se critica sin propuestas de ningún tipo. Se trata de bajar leyes que molestan, de seguir con privilegios extemporáneos a una sociedad igualitaria y justa. Son como los cacahuates que viene sin maní adentro. Pura cáscara. No tienen substancia, no tienen “política” más allá que la del aprete.  Hablan de juntar gente para “voltear” gobiernos elegidos y forman parte (dándose cuenta o no) de la más rancia derecha golpista. No todos, pero sí muchos de ellos, mientras el resto se debate entre el antiperonismo o el antichavismo, según la latitud, fundamentado sobre todas las cosas en una pretendida pertenencia de clase muchas de las veces prestada por un rato por los poderosos que digitan todo. Terminan siendo útiles a las clases dominantes que no dudarían un segundo en llevarlos al infierno (ya lo hicieron, ¿se acuerdan?) por un poco más de guita y poder.  Son parte de una “desesperación”  política que nos puede mostrar (muchos gurúes y medios trabajan para eso, pues de ello se valieron para alcanzar su posición) una cara que no creo que quisiéramos ver. La de la violencia de una turba linchadora. Se supone que no deberían transitar ese camino los autoproclamados “republicanos” y ningún político debería andar ese camino para luego desentenderse de las consecuencias.



IMÁGENES DEL 18A

La mayoría de los presentes en la marcha del jueves 18 tienen puntos en común: tiene un trabajo con un ingreso digno (o no trabaja como en el caso de muchos rentistas que protestan); creen que por su educación están por encima del resto de la población; se dicen democráticos pero no aceptan ni la disidencia ni al gobierno electo por la mayoría de sus compatriotas hace solo poco más de un año, acto que los empapa de autoritarismo; hablan de República y detestan al Estado por involucrarse en sus vidas, lo quieren afuera porque les conviene la ley del más fuerte, que son ellos; y lo peor, casi sin querer (o no), se alían a los tipos que hicieron que la Argentina pasase de ser un país próspero a un verdadero infierno sin escalas. Otros reivindican una dictadura sangrienta y delincuencial, otros claman medidas que se acercan peligrosamente al voto calificado, y la gran mayoría putea por deporte, sin entender porque, solo por seguidismo, convirtiéndose en los tentáculos de ese Kraken monstruoso formado por medios dominantes y agoreros económicos que representan al poder oligárquico.
Quieren mantener privilegios y volver al país para unos pocos. El país para ellos y los que le sirven circunstancialmente. El resto se arregla con más policía, más bala, más muros que dividen… más islas.
Para explicar todo esto de manera irrefutable, solo escuchémoslos (1):
DESINFORMACIÓN: “… nadie tiene tarjeta SUBE. ¿Para qué? Yo no viajo en colectivo, la inseguridad es tremenda. ¿Cómo se te ocurre?”.
ODIO DE CLASE: “mis padres fueron perseguidos por Perón, y ahora yo perseguida por esta yegua...”.
INDIVIDUALISMO: “… no tengo libertad de poder viajar, de elegir, de comprar dólares…”.
INOCENCIA (por no decir estupidez): “La verdad se tendría que ir (habla de De Narváez, allí presente), pero bueno, él también tiene derecho (a estar), es un ciudadano, y lo mejor es que no viene de la política, no la necesita para hacerse rico y eso es una garantía”.
ODIO (una pobre persona): “… morite yegua de mierda, ándate con el tuerto y dejanos gobernar”.
IGNORANCIA POLÍTICA: “La verdad que no me acuerdo a quién voté y no sé a quién voy a votar”.
MEDALLA DE PLATA: “Nadie te defiende del Estado, te cuentan hasta la última moneda y te obligan a pagar impuestos para que los negros que los votan se lo gasten en vino y vaya saber qué otra cosa peor…”.
Pero LAS PALMAS se las llevó Ana, 67 años, “devota católica” según ella, quien dice que está comprometida con la marcha “no por mí, sino por ella”, y señala a su empleada doméstica. Y sigue diciendo que “yo puedo vivir bien, pero ella no. Y los que tenemos más tenemos que pedir por los que más necesitan”. Cuando se le pregunta su pensamiento a la empleada no contesta, hace solo un gesto con su mano sobre la boca, en señal de que opinar no está entre sus quehaceres, y, sin decir palabra, toma del brazo a la “patrona”, guarda la campanita de bronce en el delantal (“recuerdo de familia” había dicho Ana) y empieza a desandar camino por la Avenida Santa Fe.
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      (1)    Fuentes: Diario Página 12, La Opinión, Tiempo Argentino,  chat de Yahoo.



Otro punto de la manifestación es la multiplicidad de pancartas no en la búsqueda de propuestas alternativas de las que generan la protesta, sino en querer poner énfasis en la “originalidad” del portador. Es como un concurso de carteles para ver quién va más lejos en el agravio. Veamos: “Konchuda, préstame dólares”, “Kretina, bajate del poni”, “Agonía K, rigor mortis post mortum” (????), “Clarín, dejanos oír tu voz” (¡Dios mío! Como si ya no lo hubieran hecho sonar bastante tiempo), “Kretina, devolveme los dólares y la libertad” (curiosa apreciación de la libertad, ¿no?), “No al saqueo de las retenciones” (toda una declaración de principios), “Kretina, dejá la justicia como está” (otra declaración de principios, no sea cosa de perder privilegios), “Estoy sola contra el Estado” (yo, yo y yo).

Tanto en la palabra proclamada como en las imágenes que ilustran la protesta se nos descubre una multitud más preocupada por el “yo” que por el “nosotros”, reflejo de una clase media que mira al país desde la individualidad. El “pueblo” del que se apropian está al servicio de los intereses personales o no les sirve. Si les afecta, aunque más no sea mínimamente y en beneficio de las mayorías, no están dispuestos, no les interesa, no les sirve. No hay propuestas superadoras sobre la comunidad. La interacción con el resto pasa por considerarlos “pares” en la búsqueda de “su” bienestar individual. Es una sociedad sumamente egoísta, que reniega de la política como un elemento superador en lo social. Tampoco le importa, tampoco le sirve.
Ese abuso de la primera persona en los reclamos es el lugar común en la oralidad y la imagen de la marcha, una marcha que grita sobre una clase social que teme perder sus privilegios. No quieren otra justicia porque se sirven de esta (o creen poder hacerlo). Quieren ir al extranjero, o comprar dólares sin importar si hay consecuencias para los demás. Su ignorancia supina en el mejor de los casos (el egoísmo absoluto en el peor) los exime de saber que por ese camino va a perder la sociedad. Deberían saberlo pues muchos lo sufrieron antes, mientras otros lo saben y también saben que ganaron en el pasado a costillas del resto. En el caso de muchos, su ciego individualismo es el combustible que da vida a la hoguera que los medios mantienen viva para beneficio propio, sin darse cuenta que al final el combustible se consume, muchos se han quemado, y el más favorecido es el que hizo la fogata.
Como en otro tiempo los militares, ellos son los “forros útiles” del poder económico. A Clarín, o La Nación, o a Fontevecchia, no les interesa un cuerno su vida, como les dicen día a día. Para estos tipos solo son útiles al “negocio” y no dudarían un segundo en tirarlos al fuego de ser necesario. Ya lo hicieron mil veces. ¿No se acuerdan que aplaudieron, pesificación mediante, la rebaja de sueldos y jubilaciones? Ganaron millones con eso. ¿Se olvidaron que lo firmó la “piba” Bullrich qué ahora marcha con ustedes? ¿Se olvidaron que Clarín se afanó 500 millones con un simple pase bursátil en connivencia con las AFJP, de la qué ahora llaman “plata de los jubilados”? ¿No recuerdan que La Nación se opone a pagar 280 millones de pesos que adeuda al fisco, protegidos por una cautelar desde hace 10 años? ¿No miran que el Lanata que endiosan llegó a Clarín después de denunciarlo por años y luego de cerrar dos empresas donde dejo a cientos de laburantes en pampa y la vía? ¿Qué acepto ser socio del ladrón de Antonio Mata, el vaciador de Aerolíneas, solo porque era “el que tenía la plata”? ¿Eso defienden? La verdad, me es imposible entenderlos.



En cuanto a la oposición, todos, menos Macri que temió a los insultos, acompañaron en silencio la marcha, a sabiendas que a muchos de los que fueron no los representan en absoluto. Solo hicieron acto de presencia encolumnados detrás de los postulados del “grupo” y en defensa de sus verdaderos jefes.
Se saben perdedores porque conocen que nadie en su sano juicio puede seguir a un grupo unido por el espanto al cual no se le cae una idea. Hasta podría aventurar que muchas de las personas que fueron al 18A, interiormente saben que si el gobierno cae como piden estos tipos no sabrían que hacer con el país más allá que lo que le ordenen los grupos de poder. Y de eso se trata. Están los que lo saben y les conviene, y están los otros, que no tienen ni idea que se cavan su propio foso.
Y eso sería volver al infierno, y la verdad, somos muchos más que ustedes los que no queremos quemarnos.

N. de la R: Como bonus track veamos la actitud democrática de los caceroleros en el video que se ve a continuacion (uno de los tantos sobre los desbordes violentos sobre personas, periodistas y bienes públicos).


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