Salta a la vista a
cualquier persona de mi generación (tengo 47 años) que día a día dejamos de ver
a películas de ciencia ficción como (esa donde las máquinas toman el control
del mundo, y por ende, de nuestras vidas) como algo muy lejano. La tecnología
avanza y cada vez “el mercado” se ocupa de hacernos olvidar que muchos de los
aparatos que hoy nos resultan imprescindibles, no existían durante la mayor
parte de nuestras vidas y no éramos más infelices por ello.
Ver situaciones como
la postal que enviábamos a nuestro padres en vacaciones y donde les
expresábamos nuestras vivencias, sensaciones y afectos, es ahora reemplazada
por nuestros hijos con un mensaje de texto del tipo “la estoy pasando bien,
besos”, que transmite la misma sensación que derretir un cubito de hielo
metiéndonoslo en el culo.
Pero mi asombro llegó
al límite a partir de concurrir a un recital donde los veteranos como yo se
mezclaban con jóvenes de veintipico o púberes de diecitantos.
Un recital de una
banda extranjera es algo que siempre produce sensaciones únicas. A la
excepcionalidad de las presentaciones, se le agrega una dosis de
espectacularidad escenográfica y ambiental, que la hacen un momento inolvidable
de goce inusual. Con asombro me percate, que muchos de los jóvenes presentes,
pasaban experiencia filmándose, sacándose fotos solos o con sus amigos, sin
prestar mayor atención a un acontecimiento quizás irrepetible en sus vidas. Me
pareció triste (para ellos, obviamente) que no pudieran llevar a cabo una
sensación que a mí me parecía básica y que es la de “disfrutar el momento”,
hasta que entendí que para su mundo tecnificado era algo muy difícil de
entender.
El show, como tantos
otros donde se presentan grandes artistas, era un lugar para estar, para
disfrutar y dejarse llevar por esa hermosa sensación de ocio creativo, no para
presumir con los amigos o compañeros filmando, o peor aún, haciéndoles sentir
envidia mandándoles una fotito por chat para mostrarles “lo que se pierden” sin
darse cuenta que el privilegio de su estadía estaba siendo tirado a la basura.
Era la mediatización
de la experiencia sensorial. Ya no sentimos sino solo a través de estos objetos
sin sentimientos. La “cuestión” parece ir por “registrar” el momento en vez de
“vivirlo”. Y a raíz de este acontecimiento me percate que pasa en un cine, una
cancha de futbol, una playa en vacaciones, o quizás un telo con una novia o una
ocasional compañía.
Todo debe ser
registrado. O peor aún, ventilado en la red. Ya la vida no es nuestra, es de
Google, Facebook, Twitter, o quien carajo sea la próxima empresa que invente un
mínimo cambio social. Ya no disfrutamos. Solamente le mostramos a los demás lo
que hacemos. Y eso hace que me lleguen a la mente cientos de imágenes nítidas o
algo borrosas, algunas que no llego a entender del todo, algunas llenas de
alegría y otras ruidosas y confusas, y recuerdo nombres sin caras, una plaza,
una playa, comidas con amigos, o hermosas y trascendentes charlas que nunca
acaban. O un “papá” que no se distinguía del todo bien y podía haber sido
“caca” pero para mí fue “papá” ¨y punto. Solo la idea de que en el momento de
ese primer papá en vez de escucharlo, saborearlo, sentir esa dicha inigualable,
ese momento único, irrepetible e inolvidable, me hubiera preocupado en filmarlo
o grabarlo mientras en vivo y en directo la historia me pasaba por las narices,
me produce un sentimiento de pena infinita.
¿Vale la pena perder
el “sentir el momento”, el “vivirlo”? ¿No es un poco boludo registrarlo para mostrarlo
en youtube a un montón de desconocidos o después a los amigos para que digan
“que capo, chabón”, mientras las sensaciones pasan por mis narices sin que yo
pueda siquiera sentirlas un poquito? ¿Habrá un día donde al recital vayamos con
un casco que registra todo así después lo podamos ver? ¿Se va a brindar de la
misma forma el artista al ver un montón de manos alzadas “registrando” sin
darle mayor pelota a lo que intenta transmitirnos? ¿O saldrá también él con un
casco que nos grabe a nosotros para ver como respondimos a su espectáculo? ¿O
en vez de como ahora jodiendo pedimos un faso o una botella de whisky importado
para acompañarnos al cajón por si despertamos así por lo menos disfrutamos de
esa segunda muerte, tengamos que poner una cámara para filmarla así sería trending
topic en twitter?
Me pregunto, cuándo
es el "otro momento" en que “disfrutemos” nuestra acción tecnológica.
Si exactamente "el momento" es el que nos estamos perdiendo tocando
teclitas y prestando atención a otra cosa.
No pretendo culpar a
un celular o una Blackberry de las falencias humanas, ya que se que son
anteriores a cualquier invento tecnológico. La necesidad imperiosa de
mostrarles a los demás quienes somos (es más, yo lo estoy haciendo ahora mismo)
existe desde los comienzos mismos de la humanidad. Párense en la puerta de
salida de un museo de arte y escucharán los comentarios de la gente que sale
dando su importante parecer a los otros. Como si al artista o a alguien eso le valiera
de algo. Pero no exageremos.
El tiempo se nos
evapora entre la televisión, la computadora, los teléfonos celulares y otros
aparatejos que se chupan la vida, y el poco que nos queda lo usamos contándole
a los demás lo importante que es nuestra existencia.
Así de fácil se nos
va ese tiempo real, de aquí y ahora.
Arribará el momento
que en las redes de casas de electrodomésticos nos tratarán de vender "la
novedad", ese aparato de última generación que todos querrán comprar, se
llamará "El tiempo" y les aseguro que ese sí costará muy caro... y no
creo que nos acepten nuestras pedorras filmaciones (o fotos) como parte de
pago.
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