EL HUECO

Este blog como lo indica su nombre, es un hueco por el que trataré de filtrar información que la tiranía que ejercen los medios con su uniformidad de mensaje, no nos permiten conocer y menos aún analizar. Espero que en esta lucha no esté solo, ya que siento la obligación moral de hacerla igual. Mandame tus notas, comentarios, opinines, cualquier colaboración en esta línea es de vital importancia. Hoy como nunca los medios nos tapan la información con más información. Por ello y como dijo Rodolfo Walsh: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente.El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”.



sábado, 27 de abril de 2013

Me Filmo, me grabo… o no existo.


Salta a la vista a cualquier persona de mi generación (tengo 47 años) que día a día dejamos de ver a películas de ciencia ficción como (esa donde las máquinas toman el control del mundo, y por ende, de nuestras vidas) como algo muy lejano. La tecnología avanza y cada vez “el mercado” se ocupa de hacernos olvidar que muchos de los aparatos que hoy nos resultan imprescindibles, no existían durante la mayor parte de nuestras vidas y no éramos más infelices por ello.

Ver situaciones como la postal que enviábamos a nuestro padres en vacaciones y donde les expresábamos nuestras vivencias, sensaciones y afectos, es ahora reemplazada por nuestros hijos con un mensaje de texto del tipo “la estoy pasando bien, besos”, que transmite la misma sensación que derretir un cubito de hielo metiéndonoslo en el culo.

Hasta la gente mayor a nosotros no quiere quedarse tirada en el camino tecnológico (lo cual es loable, pero por ello no deja de ser un poco estúpido en algunos casos) y se esfuerza para mandar un “¿cómo andas?” o un “llamame” no exento de dificultades para poder embocar minúsculas, sortear un asterisco en vez de una letra, o rendirse ante la dificultad de escribir un número de teléfono que nos llega como “47U689IT”.

Pero mi asombro llegó al límite a partir de concurrir a un recital donde los veteranos como yo se mezclaban con jóvenes de veintipico o púberes de diecitantos.

Un recital de una banda extranjera es algo que siempre produce sensaciones únicas. A la excepcionalidad de las presentaciones, se le agrega una dosis de espectacularidad escenográfica y ambiental, que la hacen un momento inolvidable de goce inusual. Con asombro me percate, que muchos de los jóvenes presentes, pasaban experiencia filmándose, sacándose fotos solos o con sus amigos, sin prestar mayor atención a un acontecimiento quizás irrepetible en sus vidas. Me pareció triste (para ellos, obviamente) que no pudieran llevar a cabo una sensación que a mí me parecía básica y que es la de “disfrutar el momento”, hasta que entendí que para su mundo tecnificado era algo muy difícil de entender.

El show, como tantos otros donde se presentan grandes artistas, era un lugar para estar, para disfrutar y dejarse llevar por esa hermosa sensación de ocio creativo, no para presumir con los amigos o compañeros filmando, o peor aún, haciéndoles sentir envidia mandándoles una fotito por chat para mostrarles “lo que se pierden” sin darse cuenta que el privilegio de su estadía estaba siendo tirado a la basura.

Era la mediatización de la experiencia sensorial. Ya no sentimos sino solo a través de estos objetos sin sentimientos. La “cuestión” parece ir por “registrar” el momento en vez de “vivirlo”. Y a raíz de este acontecimiento me percate que pasa en un cine, una cancha de futbol, una playa en vacaciones, o quizás un telo con una novia o una ocasional compañía.

Todo debe ser registrado. O peor aún, ventilado en la red. Ya la vida no es nuestra, es de Google, Facebook, Twitter, o quien carajo sea la próxima empresa que invente un mínimo cambio social. Ya no disfrutamos. Solamente le mostramos a los demás lo que hacemos. Y eso hace que me lleguen a la mente cientos de imágenes nítidas o algo borrosas, algunas que no llego a entender del todo, algunas llenas de alegría y otras ruidosas y confusas, y recuerdo nombres sin caras, una plaza, una playa, comidas con amigos, o hermosas y trascendentes charlas que nunca acaban. O un “papá” que no se distinguía del todo bien y podía haber sido “caca” pero para mí fue “papá” ¨y punto. Solo la idea de que en el momento de ese primer papá en vez de escucharlo, saborearlo, sentir esa dicha inigualable, ese momento único, irrepetible e inolvidable, me hubiera preocupado en filmarlo o grabarlo mientras en vivo y en directo la historia me pasaba por las narices, me produce un sentimiento de pena infinita.

¿Vale la pena perder el “sentir el momento”, el “vivirlo”? ¿No es un poco boludo registrarlo para mostrarlo en youtube a un montón de desconocidos o después a los amigos para que digan “que capo, chabón”, mientras las sensaciones pasan por mis narices sin que yo pueda siquiera sentirlas un poquito? ¿Habrá un día donde al recital vayamos con un casco que registra todo así después lo podamos ver? ¿Se va a brindar de la misma forma el artista al ver un montón de manos alzadas “registrando” sin darle mayor pelota a lo que intenta transmitirnos? ¿O saldrá también él con un casco que nos grabe a nosotros para ver como respondimos a su espectáculo? ¿O en vez de como ahora jodiendo pedimos un faso o una botella de whisky importado para acompañarnos al cajón por si despertamos así por lo menos disfrutamos de esa segunda muerte, tengamos que poner una cámara para filmarla así sería trending topic en twitter? 


Me pregunto, cuándo es el "otro momento" en que “disfrutemos” nuestra acción tecnológica. Si exactamente "el momento" es el que nos estamos perdiendo tocando teclitas y prestando atención a otra cosa.

No pretendo culpar a un celular o una Blackberry de las falencias humanas, ya que se que son anteriores a cualquier invento tecnológico. La necesidad imperiosa de mostrarles a los demás quienes somos (es más, yo lo estoy haciendo ahora mismo) existe desde los comienzos mismos de la humanidad. Párense en la puerta de salida de un museo de arte y escucharán los comentarios de la gente que sale dando su importante parecer a los otros. Como si al artista o a alguien eso le valiera de algo. Pero no exageremos.

El tiempo se nos evapora entre la televisión, la computadora, los teléfonos celulares y otros aparatejos que se chupan la vida, y el poco que nos queda lo usamos contándole a los demás lo importante que es nuestra existencia.

Así de fácil se nos va ese tiempo real, de aquí y ahora.

Arribará el momento que en las redes de casas de electrodomésticos nos tratarán de vender "la novedad", ese aparato de última generación que todos querrán comprar, se llamará "El tiempo" y les aseguro que ese sí costará muy caro... y no creo que nos acepten nuestras pedorras filmaciones (o fotos) como parte de pago.

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